Dusko Ivanovic pule a la debilidad de Galbiati
Saliou Niang prepara su salto a la NBA desde la Virtus, rival el jueves del Baskonia, tras dos años con el técnico azulgrana en Trento. «Quiero a todos, pero a él más»
En el número de apodos subyace la simpatía o huella que una persona deja en las demás. Los amigos de Saliou Niang (Dakar, 2004) en ... la pintoresca Mandello del Lario (Italia) le llaman Paul, porque de crío, el candidato a mejor joven de la Euroliga, quería imitar al futbolista Paul Pogba. Cuando Gianmarco Pozzeco le convocó con Italia y lo llevó al último Eurobasket, decidió bautizarlo como 'Nini', aparentemente sin reparar en lo que significa ser un nini en España. Para Galbiati, el senegalés de nacimiento pero italiano de sentimiento es el «ragazzo de oro». «Quiero a todos mis jugadores, pero a él más», confesó el técnico baskonista en LaGiornataTipo poco antes de que ambos pusieran fin a dos años de ensueño en Trento. El entrenador rumbo a Vitoria y, su devoción, a manos de Dusko Ivanovic en la Virtus antes de dar el salto a la NBA.
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El baloncesto transalpino se frota las manos con la familia Niang. El pasado sábado, el país presenció el primer duelo profesional entre Saliou, de 21 años, y su hermano y sustituto en el Trento Cheikh, de 17. Su perfil de jugador es tan parecido como difícil de encontrar. Casi dos metros de altura, piernas de alambre, muelles en los pies, velocidad de vértigo y una energía desbordante. «Sé que si los demás fallan un tiro, tenemos muchas posibilidades de coger el rebote porque él está ahí. Va como un loco. Puede cogerlo él u otro de los nuestros, pero su mano aparece ahí», describió Galbiati, que el jueves se reencontrará por primera vez con su jugador predilecto.
A los dos años, Saliou Niang llegó a orillas del lago Como con su padre. Luego llegó su madre y completaron la familia con Cheikh y otra hermana. Con dificultades, pero sin penurias. En Mandello recuerdan las camisetas del ahora jugador de la Virtus hasta el polideportivo. Luego consiguió una bici, pero una tarde se le bloquearon los frenos y se estampó contra un muro. Sufrió un traumatismo craneoencefálico.
Jugaba al fútbol y se hizo aficionado de la Juventus, por Pogba, como gran parte de los inmigrantes a Italia. «La cultura que me inculcaron mis padres es africana. A veces comemos todos del mismo plato», reveló en Sportweek. Por lo que pudo testar en el colegio, los padres senegaleses, y de todo el continente de origen, cree que son más estrictos que los italianos. «Si no haces lo que te dicen, se enfadan. Si mi madre me regaña por algo y le respondo: «Eso no es cierto», me pega», confesó. De esa misma manera, con una bofetada, combatió el único episodio racista que le ha tocado vivir. Pese a ello, no tuvo dudas a la hora de decantarse por la azzurra. «Este país me ha hecho quien soy hoy. Me sentía en deuda, por así decirlo».
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«Un niño con piernas de palillo»
En edad infantil, Galbiati se acercó hasta Lecco y lo vio jugar por primera vez. «Era un niño, con piernas y brazos de palillo». También llamó la atención de la Fortitudo de Bolonia, el episodio que estuvo a punto de truncar su carrera. En agosto de 2020, con 16 años, se destrozó el tobillo. Le operaron dos veces y estuvo más de una temporada sin jugar. A su regreso, el conjunto boloñés apuntaba a la quiebra. Jugó un año en Segunda y, cuando parecían descartarle, apareció el exbaskonista Marco Crespi y lo reclutó para el Trento.
Introvertido, en los primeros partidos de entrenamiento no se atrevía a pedir entrar. Hasta que un día Galbiati le gritó. «¡Tienes agallas!». «Lo criticaba para intentar reducir su tiempo de aprendizaje. En ese momento jamás imaginé que llegaría tan lejos en tan poco tiempo», expuso cuando Niang fue seleccionado por los Cavaliers en el draft.
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Los inicios no fueron fáciles. Galbiati decidió que debutara ante el Aris en la Eurocup. Por la mañana, se reunió con él. «¿Tienes lo que se necesita?». Esta vez, Niang se atrevió a responder: «Sí». «Pues entonces vas a ser titular», le deijo el técnico. «Estaba súper emocionado y nervioso; esa noche en la cancha, no entendía nada». En el primer tiro que intentó, además de ver cómo el balón no entraba, escuchó a su compañero Grazulis decir «Jesús». El siguiente lanzamiento, ni tocó el aro. «Me mandaron de vuelta al banquillo inmediatamente».
El domingo siguiente pensaba que ya no jugaría. «La lié, para mí se acabó'. En cambio, Galbiati le dio la oportunidad y vencieron por 30 puntos. Desde entonces fue un fijo durante los dos años que estuvieron juntos, siendo uno de los pilares del éxito de conquistar la Copa italiana. »Lo machaco mucho defensivamente y aún tiene que mejorar en el tiro«, puntualiza el entrenador. Niang no le pone ningún pero en su labor. «Para mí ha sido una parte fundamental y no puedo hacer otra cosa que darle las gracias. Yo también le quiero», le devolvió su chico de oro.
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