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A estas alturas, con el Baskonia queda la esperanza que subsiste mientras hay vida. Resuelta la primera semana sin Euroliga con derrota dominical en casa frente al Tenerife ... , hay que buscar el optimismo en cualquier rincón para pensar que todavía están al alcance los play off de la Liga ACB. Tendremos que mirar y remirar el calendario de las seis jornadas restantes de la fase regular en busca de un tramo en que el conjunto azulgrana pueda por fin auparse a un puesto entre los ocho primeros. Será conveniente confiar en que los jugadores de Laso sean capaces de obrar el milagro de encarrilar una racha continuada y convincente de victorias en un curso en el que, hasta el momento, no han pasado de encadenar dos triunfos. Habrá que cruzar los dedos para que al Manresa, Joventut o Gran Canaria les entre el mal de altura para ceder un asiento a los vitorianos en una zona de privilegio que no pisan desde hace ya más de un año. Siempre hay tiempo para apelar a lo larga que se le pueda estar haciendo la temporada a los rivales directos de los azulgranas, aunque no se distingue todavía a ningún rival directo con ganas de vacaciones. Será necesario confiar en que, aparte de los duelos ante oponentes en teoría inferiores, el Baskonia también sea capaz de tumbar a algún gigante que se encuentra por encima suyo en la clasificación. La visita del próximo sábado a la cancha del Valencia Basket o la llegada del Barcelona al Buesa el próximo 18 de mayo pueden ser buenas ocasiones para rebatir pronósticos. Confiemos, que algo queda.
Será necesario abrazarse a las bondades de la medicina para que Kamar Baldwin vuelva cuanto antes o antes de que sea demasiado tarde. Por aquello de sumar una pieza más a la causa, aunque en estas estribaciones del calendario los pros y contras en el puesto de base parezcan ya irresolubles. Aquella prospección de mercado de la que habló Pablo Laso poco después de certificar la baja del jugador georgiano concluyó sin adquisición alguna. Salvo sorpresa, hay que tirar con lo que hay y confiar en que nadie se rompa nada en un momento crítico del curso.
Habrá que encomendarse a la capacidad de la plantilla azulgrana para hacer tabla rasa de todo lo acontecido a lo largo de la temporada, de buscar un punto de conjura colectiva que pueda enderezar un rumbo que, hasta el momento, dibuja el perfil de un precipicio. Se trataría de dejar a un lado los egos, la desgana o los deseos de comenzar cuanto antes las vacaciones para concluir la campaña con algo que rescatar. Quedan tres partidos en casa, ante una afición que permanece fiel y que no acostumbra a exteriorizar un desánimo que se palpa y que está plenamente justificado. Seriedad, que quien paga su abono está mirando.
Los buenos propósitos siempre pueden renovarse mientras las cuentas den su cuota de posibilidades al Baskonia de llegar a los play off ACB. Luego, siempre está la maldita realidad, que no suele perder la oportunidad de repartir tortas a los más optimistas. Las once victorias consecutivas en casa o el último triunfo a domicilio en Murcia se hicieron cenizas cuando llegó al Buesa un Tenerife que hace honor al concepto de equipo. Que Huertas fue la batuta imperante en el duelo podía entrar dentro de lo posible, pero no se vislumbró un plan claro para frenarlo. También era Kramer un jugador a seguir de cerca, pero su brillo en el último cuarto tampoco encontró reacción desde las filas azulgranas. El Baskonia fue un dechado de optimismo mientras tuvo a su vera el acierto en el tiro. Luego, en el momento en el que el partido se puso cuesta arriba, el rodador baskonista se quedó sin piernas ni recursos. Con la fase final de la temporada ya lanzada, lo normal es que los equipos se apliquen en los hábitos y vicios adquiridos durante meses precedentes de trabajo y competición. El Tenerife mostró en el Buesa el aplomo y la claridad de ideas que forman parte de su identidad. Lo que hizo el Baskonia fue reincidir en su fragilidad, también grabada a fuego en su matrícula distintiva.
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