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¿Quién manda en el Baskonia 2024-25? Tenemos a un entrenador que es Pablo Laso y a un jugador que ejerce de capitán, ... Tadas Sedekerskis. Sobre el papel, son el primero y el segundo en el escalafón. Luego, empieza el complejo reparto de protagonismos y jerarquías dentro de un vestuario de personalidades complejas. Como cualquier otro, diría el amigo de Laso. De un tiempo a esta parte, la impresión es que, en lo que respecta a lo que sucede sobre la cancha, este Baskonia ha cambiado de manos. El equipo en el que dominaba la personalidad de Chima Moneke por encima del resto es ahora patrimonio de Trent Forrest y Markus Howard.
Para bien o para mal, es el cambio de guardia con el que la escuadra azulgrana afronta la recta final de temporada. No se trata de un golpe de estado ni la consecuencia de una pelea entre colegas dentro del vestuario del Buesa. Consiste en uno de esos giros en el cartel de protagonistas que experimenta cualquier equipo de baloncesto, siempre con la mano del técnico como ejecutora. El gran reto de todo entrenador de élite es equilibrar los egoísmos en un deporte que se llama de equipo, pero en el que las individualidades son determinantes. Trent Forrest manda ahora sobre el parqué no solo porque sea el base principal del equipo. También porque, tal y como aseguró Laso tras el triunfo en Girona, ha logrado entender ciertas cosas.
Entre ellas, quizás que no solo basta con potenciar las virtudes propias sino también sacrificar algo e incluso nutrir de balones a Markus Howard, la estrella del equipo. Puede que también haya interiorizado la necesidad de un esfuerzo defensivo más continuado dado que dispone de un físico con el que puede convertirse en una pesadilla para cualquier base rival. Mientras, Howard vuelve a ser el hombre con munición en las manos, licencia para botar, generar y, sobre todo, tirar. De nuevo excesivo, fiel a esa personalidad que ya conocíamos de las dos temporadas precedentes. Ya no es el jugador de hace unos meses, que esperaba en una esquina a un balón que casi nunca llegaba.
En este nuevo escenario, Chima Moneke se reajusta a un guion en el que el balón pasa menos por sus manos en un puesto de 'cuatro' que no solo comparte con un Samanic disperso sino con el ejemplar Tadas Sedekerskis, de nuevo convertido en navaja multiusos. El capitán es modélico en muchos aspectos, entre ellos el esfuerzo. Pero también tiene un caudal de juego que puede explotar en dos puestos. Laso antes lo veía de alero a tiempo completo.
Esa percepción parece haber cambiado y, entrados en abril, Moneke ya siente una competencia muy seria. Que la temporada no descarrile antes de tiempo puede depender de que el nigeriano encaje en este nuevo papel y que Laso sepa contener cualquier brote del síndrome del príncipe destronado. Porque este tipo de 'revoluciones' se llevan mejor cuando se apaliza a un Asvel Villeurbanne que vino de paseo al Buesa y se despacha a un Bàsquet Girona de potencial limitado. Las caras son el espejo del alma, sobre todo, cuando se pierde.
Partamos de un hecho claro: los objetivos colectivos siempre son importantes, pero todo jugador profesional tiene un alma egoísta que da prioridad al tiempo de juego que permanece en cancha y a su estadística. El número de lanzamientos, la posesión del balón y los sistemas de ataque que culminan con protagonismo de uno u otro baloncestista constituyen una delicada alquimia que debe administrar el entrenador de turno. Aquí, existen diferentes escuelas: la pizarra rígida que castiga cualquier salida del guion y la flexible, que permite resoluciones alternativas.
Esta última es la línea imperante hoy en día, la misma a la que, sin poder tener acceso a sus entrenamientos, tengo la impresión que se adscribe Pablo Laso. Sus equipos siempre han trasladado cierto aire de caos más o menos ordenado donde las amenazas se multiplican. Sucedía con las diferentes versiones de su Real Madrid triunfal, donde la acumulación de talento era la norma. ¿Más fácil? Quizás, pero dígale en su tiempo a Rudy Fernández que debe sacrificar algunos tiros por el bien del equipo y de otro compañero que también quiere su tajada del pastel ofensivo. En el Baskonia no tiene que ser distinto, por mucho que el caché de los jugadores y la concentración de calidad sean menores. ¿Qué darían por conocer las charlas de Laso con Forrest, Howard y Moneke en su búsqueda de un equilibrio que aún está por afianzarse?
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