En busca del equilibrio extraviado
El Baskonia precisa una referencia interior que nivele su excesiva dependencia de la puntería triplista
Durante su etapa de siete meses y medio al frente del Baskonia, Neven Spahija acuñó una palabra en la que anidar sus descontentos. Fue evidente ... el progreso del equipo azulgrana -fundamentalmente en un ataque que obró como correa de transmisión hacia la defensa- desde el paréntesis competitivo por la Copa de febrero hasta caer en semifinales de la Liga ACB ante el Real Madrid sin competir apenas. Pero el técnico croata se refería a la «inconsistencia» del conjunto vitoriano cuando uno de los habituales dientes de sierra apuntaba hacia abajo. Sobre todo en las derrotas encadenadas al 'amparo' del Buesa Arena.
Un problema proporcional al hecho de fiar casi todo al acierto de media cancha en adelante. Y siempre conviene actuar con una red redentora debajo del trapecio, algo que envuelva en un halo protector las noches en las que la pelota tropieza con círculos naranjas que más parecen cuadrados. Y, especialmente, si los resultados dependen tanto de la puntería lejana, la que exige el baloncesto moderno más allá del arco de 6,75 metros. Un repaso a las estadísticas generales de los clubes revela que en torno al 40% de los lanzamientos a canasta -alrededor de 65 de campo, al margen de los libres, en cuarenta minutos- procede de esa distancia a vista de prismáticos.
Sólo Enoch y algunos movimientos de Costello persiguen el daño a los rivales desde el poste bajo
El inestable Baskonia del ejercicio que concluyó hace tres semanas largas en Betoño con una derrota inapelable frente al Madrid (3-0) estaba compuesto de un grupo de artilleros cualificados para mirar al aro a la cara y apenas ofrecerle la espalda. Ya que los nuevos tiempos propugnan una referencia por dentro como máximo y cuatro hombres abiertos. Pero vista la campaña entera -sin participación en la Copa, también al margen de los 'play off' europeos y un más que honroso cuarto puesto liguero- flotan aún las sensaciones de un colectivo configurado para vivir de la precisión exterior.
No sólo un base como Granger (única marcha confirmada), un especialista (Marinkovic) o dos aleros de tronío (Giedraitis y Fontecchio) esparcían amenazas por triplicado. También un ala-pívot moderno (Peters) y un 'cuatro y medio' (Costello) se mostraban más cómodos mirando el tablero de frente que buscándolo desde el poste bajo. Salvo Enoch, pívot joven con amplio margen de mejora atrás y abundantes recursos adelante, casi ningún componente de la plantilla percutía a partir de la espalda.
Granger, Marinkovic, Giedriatis, Fontecchio y Peters configuraban un grupo de tiradores
Monocultivo agrario
Así que demasiadas tardes el cuadro alavés abusaba del triple y, en ocasiones, como recurso en régimen de monopolio. Salvo por las penetraciones verticales de Baldwin, un prodigio atlético del uno contra otro, depositario además de una esencia del baloncesto añejo fuera del tráfico ya: sus plásticas suspensiones desde cuatro o cinco metros. Una suerte del juego que todavía agradecen los aficionados más veteranos.
De ahí que el nuevo Baskonia requiera una diana dentro de la pintura para equilibrar esa balanza en la que el peso del perímetro tira del platillo hacia abajo. Aceptando que la modernidad tiende a la fuerza centrífuga, Real Madrid (el contundente Tavares) o Joventut (los fundamentos de Tomic) -caben otros ejemplos dentro de la ACB- y los candidatos auténticos de la Euroliga (Fall, Olympiacos) lucen un poste intimidador. Por el estropicio que causa a los rivales en sí mismo y para meter balones dentro con el fin de sacarlos de nuevo a lanzadores mejor liberados. Todo ello en el ánimo de combatir la «inconsistencia» de la que se lamentaba Spahija en jornadas de tantos triples como monocultivo agrario.
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