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Las estadísticas tras dos tercios consumidos en las competiciones oficiales desnudan a un Baskonia que oscila entre los extremos a falta de un equilibrio que ... modere el movimiento del péndulo. Sólo dos clubes menores en el torneo doméstico, el colista Palencia y un Granada que pelea desde el agobio por mantener la categoría, reciben más puntos de los adversarios después de veintitrés jornadas. Un cómputo suficiente para extraer conclusiones válidas. Y únicamente cuatro rivales de la Euroliga sacan más veces de fondo a su pesar que el equipo vitoriano. Se trata de los colistas Alba y Asvel más el decepcionante Anadolu Efes y el Maccabi del desenfreno alegre que basa su filosofía de vida en meter un tanto más que el contrario.
Con semejantes números cualquiera diría que el conjunto azulgrana nada en la profundidad de las aguas abisales. Pero no es así porque dispone en su plantilla de hombres a los que los puntos les brotan de manera natural. Dentro del mapa de la ACB se cuentan con los dedos de media mano los rivales con el don de anotar más que el cuadro del entrenador montenegrino. Y no parece casual que ese privilegio corresponda a Real Madrid, Unicaja y Barça, los tres primeros clasificados. Y que la Casa Blanca -reincidente en los éxitos- y la entidad con sede en Tel Aviv precedan en puntería a un Baskonia que mira al resto desde arriba. Lo escrito, un pleno ejercicio de descompensación.
La licencia libre con la que opera el Baskonia ya desde el curso anterior colisiona con el ideario cartesiano de Dusko Ivanovic. Hasta el punto de que la forma de desenvolverse sobre la cancha parece la de un grupo a contraestilo del mariscal. Quien fue un anotador implacable en el formidable Jugoplastika en torno a los años noventa, aunque se tratara de un alero muy completo, abraza los diques de contención desde el banquillo. Prefiere construir de atrás hacia adelante hasta el punto de que le satisface más ganar la ACB de la burbuja valenciana hace cuatro años a base de morder las muñecas ajenas (69-67 en aquella canasta inmortal de Vildoza frente el Barcelona) que regocijarse en torno a los marcadores centenarios.
Pero he aquí que el técnico azulgrana trabaja cada día con versos líricos libres, encarnados en las figuras de Markus Howard y Chima Moneke, que se oponen a la métrica rigurosa de las glosas épicas que recita Ivanovic. Un jefe de personal que se pasa fases del partido solicitando calma con el movimiento descendente de las manos y a quien se le ha visto realmente abatido -cabeza oculta entre las manos- durante el último cuarto de la severa derrota alavesa en el Gran Canaria Arena.
La inestabilidad del baloncesto azulgrana, capaz de deparar noches memorables o de caer por nítida inferioridad, no sólo se ciñe a su excesiva cordialidad con los ataques adversarios. Permanecen en el recuerdo cercano las deficientes defensas exteriores en Estambul a las que se sumó el problema para contener el bloqueo y continuación del Gran Canaria que de manera magistral maneja asimismo el otro club del archipiélago.
Los problemas pendulares también aluden a las distintas fases de los partidos. En más citas de las aconsejables este curso ha cedido el bloque alavés rentas que le obligan a remar de modo vigoroso para neutralizar las desventajas. Pero las últimas y preocupantes entregas muestran una caída de tensión, física y anímica, en los cuartos decisivos. Tras un duelo nivelado, el Fenerbahce le metió 33 puntos al Baskonia en el último acto y un 'Granca' claramente superior le endosó 30 para cerrar una gira extenuante entre el Mediterráneo oriental y el océano Atlántico.
Los datos
2 rivales reciben más puntos que el Baskonia en la ACB: Palencia (18º) y Granada (16º).
Cuatro. Son los adversarios con peores números defensivos en la Euroliga: los colistas Alba y Asvel, el Efes y el Maccabi.
ACB. El equipo vitoriano presenta un balance de 85,4 puntos a favor y 86,5 en contra después de veintitrés partidos.
Euroliga. También muestra registro negativo entre tantos logrados (83,2) y consentidos (83,7) en veintisiete jornadas.
Cuando un club dispone de alguien tan diferencial como Markus Howard resulta absurdo negar un grado de dependencia colectivo en torno a él. Se trata del típico jugador que todos los equipos ansían y sólo uno tiene. En este caso, el Baskonia. Pero claro, lo mismo que el escolta compulsivo -quizá el tirador de logros sobrenaturales más extraordinarios que se ha visto en Europa- gana encuentros a base de acciones insólitas puede permanecer sumido en la penumbra. Y es entonces cuando el grupo vitoriano añora las producciones instantáneas y masivas que dejan seco al equipo en las malas tardes del tirador inaudito.
Como las de esta última semana, resueltas de mala manera con dos severas derrotas después del largo paréntesis por la Copa y los compromisos de las selecciones nacionales. De la caída vitoriana en Estambul, Howard sólo participó nueve minutos, muy condicionado por las tempranas faltas que le impideron tomar el ritmo que requería la tarde. Sólo cuatro puntos y otras tantas personales más un tapón en contra para una valoración negativa.
Y en el Gran Canaria Arena, más (o menos) de lo mismo. Casi medio partido (diecinueve minutos) para colar su única canasta de campo, un triple, a falta de dos minutos. Cinco tantos, una asistencia, otra pérdida, tres faltas cometidas y dos a favor para un balance lamentablemente neutro.
El vicio de atacarle
Negar los compromisos que el excitante Howard ha solventado para bien sería ridículo. Pero el volumen de tiros que gasta dificulta su armonía con Marinkovic dentro de la cancha. Y, por encima de todo, acompaña sus prodigios en ataque con taras defensivas que penalizan al conjunto. A estas alturas del largometraje todos los rivales se recrean en el vicio de atacarle. Primer bloqueo para dejarlo en un emparejamiento con inferioridad física y, desde ahí, canastas más las faltas cobradas de la frustración.
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