Un pulso ante la cúspide de la exigencia

Después de 17 jornadas, la Euroliga ya tiene favorito. Nadie puede dudar de un equipo que almacena doce victorias consecutivas en medio de un mar agitado donde navegar en primera línea conlleva una tortuosa dedicación. La temporada trata de emular los azotes que el Océano Atlántico descarga sobre la localidad de Nazaré por estas fechas. Fuerte oleaje, desproporcionado para aquellos amantes de las aguas tranquilas y apasionante para los que disfrutan del espectáculo desde la distancia viendo a 18 valientes capear el temporal. Alguno, como el Khimki, trata de explicarse porque no flota después de gastarse un dineral en el mejor material, mientras el CSKA cabalga en la cresta de la ola, con el viento a la espalda, doblegando todas las fuerzas que tratan de machacarle sin piedad.

Precisamente ante sus vecinos de Moscú, el 9 de noviembre, unos días antes de la visita del Baskonia, data la última derrota del transatlántico ruso. Fue en la VTB. Para verlo tropezar en la máxima competición continental hay que remontarse al 22 de octubre, cuando Jordan Lloyd sometió con 31 puntos al conjunto que dirige Dimitris Itoudis. Más de dos meses sin perder, soportando la presión día a día de un equipo cuyo objetivo no puede ser otro que volver a levantar el título que alzó en Vitoria.

El último campeón de la Euroliga se ha encaramado a lo más alto de la clasificación, cerrando la primera vuelta dos peldaños por encima del resto. Un poco más lejos, en el pelotón de los que aspiran a ser aristócratas en abril, se encuentra encajado el Baskonia. Su balance –8 victorias y 9 derrotas– engloba victorias de prestigio como las conseguidas en Estambul, El Pireo o Milán. Reconocidos triunfos de autoridad ante contendientes contra los que se va a batir el cobre en una segunda vuelta en la se empezará a mirar con lupa el average. Puede resultar clave dada la igualdad que se presupone.

Pero también existen algunos lunares, de los que se recuerdan cuando no se consigue el objetivo a final de temporada. Lo fue la derrota del martes en Berlín, ante un equipo diezmado pero que mantuvo su buen baloncesto, y también las dos consecutivas ante el Barcelona y Asvel en el Buesa.

Precisamente por Zurbano asoma el CSKA con todo su armamento a cuestas, aunque debilitado con las bajas de Hackett y Clyburn. Sus lesiones, que no revisten demasiada gravedad pero les harán perderse «los próximos partidos», dañan una parte estable del barco, que puede resentirse ante las inclemencias que le genere el Baskonia.

Los vitorianos se quedaron muy cerca de sorprenderles en el Megasport Arena (89-86), cuando estuvo castigado Mike James. Aniquilador de voluntades, desde entonces no ha hecho nada más que acumular víctimas en su camino. Los tiros que no le entran, los recoge Milutinov, que viene de capturar 16 rebotes ofensivos en la última victoria en Milán. En la pintura puede estar la clave del pulso. La mejor versión de Polonara, Fall o Jekiri pueden imponerse ante el serbio y Shengelia, que regresa por primera vez tras seis años censado como azulgrana.

Lo bueno de jugar contra un equipo que encadena una racha prácticamente inmaculada es que debería estar más cerca de su final que del inicio. Lo peor, que el estado de confianza de los moscovitas les lleva a sacar los partidos adelante como el que baja a comprar el pan. Han sorteado todas las tempestades que han aparecido en su hoja de ruta y se presentan como la cúspide de una exigencia. El Baskonia se siente con fuerzas para asaltarla. O al menos resistir sin congelarse.

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