Baskonia 76-74 Breogán
Howard salva una matinal horrorosaSu triple a segundo y medio del final otorga la única ventaja alavesa y mantiene la pugna por el 'play off'
El modesto Breogán ocupa ya su puesto en la extensa nómina de damnificados por la teoría de la dilatación que guardan las paredes del Fernando ... Buesa Arena. Dícese de su capacidad arquitectónica o anímica para extender tanto los partidos que siempre quepa la rebeldía local. Y ha vuelto a ocurrir en una cinta repuesta hasta el extremo. El Baskonia proyectó una película de terror que requería de un héroe con el que escribir el final feliz y no hubo de matarse las neuronas hasta hallar al de siempre.
Saque de banda azulgrana a falta de cinco segundos. Pelota a Howard, cómo no, que bota ante Sergi Quintela, se eleva en una de esas supensiones de saltador de altura y clava el dardo en el corazón mismo del rival celeste. Su triple otorgó al ayer muy maltrecho grupo vitoriano su única ventaja en un duelo angustioso. Y para que ese tiro valiera un triunfo agónico hizo falta antes convocar el lema circense del más difícil todavía.
Exactamente la canasta previa sacada desde el suelo, en escorzo y cayéndose de Marinkovic, quien estrenó su casillero (73-74) a medio minuto de la campana y se acabó. Después de perpetrar el baloncesto, por duro que resulte leerlo, el funambulista conjunto alavés mantiene entre malabares inestables su pugna por acceder a los 'play off'. Sedekerskis ya advirtió tras renovar que permanecer al margen de ellos significaría «un desastre».
Una calamidad deportiva que evitaron el evangelista azulgrana de cabecera (San Markus), el coraje indesmayable del comprometidísimo Costello y las contribuciones fundamentales de Moneke. Pero, sobre todo, el vértigo gallego a ganar una cita que le hubiese deparado virtualmente la salvación. De tanto especular y eludir el aro como si a los jugadores de Veljko Mrsic les mentaran la bicha, cedió el 'Breo' lo que había ganado en 39 minutos, 58 segundos y 5 décimas.
En el Ogueta
De nuevo, otro arranque para cubrirse los ojos. El 6-22 del minuto 8 incitaba a mirar bien el recinto de la discordia. Más que el pabellón de Betoño parecía el marcador de una tunda inmisericorde en el frontón Ogueta. Otra vez una suma de condescendencias gratuitas al adversario, empezando por el recurso a Raieste en el quinteto inicial. Y, claro, luego debe de aparecer el bombero de guardia con las sirenas encedidas para sofocar el incendio.
Howard, naturalmente. El redentor llamado a ejercer el milagro. El incontenible escolta pisó el parqué en el minuto 6 y se sentó diez más tarde con 18 de los 27 puntos del equipo. El monocultivo de tantas jornadas para desatascar ataques planos como consecuencia de muchos botes y pocos pases. Las cuatro asistencias vitorianas en el descanso ahorran más comentarios. Pero si rácana era la propuesta azulgrana adelante, qué decir de media pista hacia atrás.
El 'ex' Sergi García gobernaba el duelo con su sabiduría para manejar el viejo y eterno arte del bloqueo y la continuación. El Baskonia fracasaba en el uno contra otro, en el juego de las dobles figuras y también por su retardo a la hora de ensuciar la puntería lejana gallega en el primer cuarto. Aunque siempre flota en la atmósfera de Zurbano la complicidad con el tiempo. Por lo largos que se le hacen los encuentros a los rivales y la casi certeza de que el cuadro de Ivanovic resolverá antes o más tarde. Sólo que esta vez el riesgo ha ido demasialo lejos, hasta el punto de ver las eliminatorias por el título como un desafío casi sobrenatural.
La defensa alavesa sólo podía mejorar. Y así ocurrió a partir del minuto 11 (13-29). Aunque en realidad se juntaron el hambre con las ganas de comer. Al grupo lucense le invadió ese temor reverencial a profanar el templo de un oponente superior. Así que entre el despertar azulgrana y el propio miedo visitante entró el partido en un atropello de vaivenes más como consecuencia de los errores mutuos que de las clarividencias respectivas. Ni siquiera el 60-68 a cinco minutos del final calmó la inquietud de un viajero justito adelante y aquejado de ansiedad. La misma que solventó Howard al sellar el mejor desenlace posible de una matinal nociva para la salud.
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