Baldwin trata de evitar el tapón de Vaulet en su exhibición de 41 de valoración ante el Manresa rafa gutiérrez
Baskonia

Baldwin dribla a los prejuicios desde las catacumbas

Su talento, su alto pico de forma y su mayor implicación acallan las acusaciones de apatía y transforman los pitos en aplausos

Miércoles, 27 de abril 2022, 00:28

En Vitoria, el baloncesto existe antes de jugarse. El Baskonia fichó a Baldwin y hubo quien lo consideró la mejor incorporación del verano y quien ... solo le veía contras a su llegada. Nueve meses después, tras un intenso debate que amenazaba con exterminar la terminología, el base estadounidense ha logrado abrir un vaso comunicante entre ambos bandos: es el jugador más determinante de la plantilla azulgrana. Los 18,8 puntos y 8 asistencias de media en los últimos cuatro partidos le avalan.

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Para Spahija, «de los mejores» que ha tenido en su carrera. Treinta años de experiencia nada menos. Una muestra más de cariño para un relato infrecuente. En cuestión de una veintena de partidos, Baldwin ha pasado de las catacumbas a los altares. Su narrativa ha emprendido un camino que se podría catalogar dentro del género de la ciencia ficción. Porque pasar de la crítica al halago en los tiempos de la sobreexposición y las posturas inapelables suena a utopía.

Cuando las expectativas están por las nubes se corre el riesgo de que comience a llover. Y así ocurrió con el timonel de 26 años. Aterrizó en Vitoria con la vitola de haber sido uno de los jugadores más desequilibrantes de la pasada Euroliga y su inicio fue tormentoso. Su primeriza paternidad ocupó gran parte de sus pensamientos mientras que sobre la cancha nada se parecía al escenario que tenía en Múnich.

Ivanovic, en busca de soluciones, optó por desplazarle al puesto de escolta. Un nuevo rol que añadir al cambio de ciudad, compañeros y ritmo de vida para una personalidad de aclimatación lenta, que miraba a su alrededor de la misma forma que Los Planetas cantaban aquello de «piensas que me entiendes, pero no sabes nada sobre mí».

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Los que le conocen hablan del timonel de Nueva Jersey como un tipo introvertido, minucioso y autoexigente. Hijo de un estricto agente antidrogas en la DEA y una supervisora del FBI que perseguía cualquier indicio de fraude, sus padres le transmitieron en su infancia una rigidez que no ha logrado canalizar como jugador azulgrana hasta hace unas semanas. Ivanovic no lo logró y a Spahija le ha costado. Pese a darle todos los galones, Baldwin tocó fondo en Estambul a mediados de diciembre. «El chico especial», sin reacción, pagaba un contexto desfavorable con árbitros y rivales.

Spahija, clave en su reacción

El entrenador croata, inteligente, insistió por su ceño fruncido pese a todas las antipatías que generaba en los aficionados. El Buesa le recriminó su actitud y sus desatenciones defensivas y estalló ante el Betis, previo al parón de Copa. La pitada fue importante, envuelta en acusaciones de individualismo por únicamente engrosar sus estadísticas en contra del beneficio del equipo. Su frustración se confundió con egoísmo, sus aspavientos con mal carácter y su rostro impasible con desapego.

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Al Baskonia y al jugador estadounidense le sentaron de lujo las dos semanas sin partidos. El técnico encontró la chispa con la que cambiarle la cara al vestuario y germinar los ansiados brotes verdes. Pese a descarrilar en algún encuentro, como ante el Barcelona, en el que Spahija le castigó con ver casi toda la segunda parte desde el banquillo, ambos de la mano han logrado reconducir el barco hacia la tierra prometida.

Baldwin se muestra ahora como un felino disfrazado de director de orquesta, una gacela de piernas interminables que supera rivales con la agilidad de un guepardo y capaz de dejar en el suelo a cualquier defensor. Un talento innato para el dribbling, especializado en el tiro de cinco metros y penalizado por la falta de regularidad en el triple. A sabiendas de que a la vuelta de la esquina tendrá a los críticos esperandole, tratará de driblarles como ha conseguido con los prejuicios.

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Fiel a sí mismo, liberó su ira con sus golpes contra su pecho tatuado con un carnero ante el Fenerbahce, algo más involucrado en defensa (casi dos recuperaciones por partido) y su acción de devolver los aplausos en la ovación que le dedicó el Buesa tras su exhibición ante el Manresa ha acabado de convencer al público. El club aguarda la decisión sobre si ofrecerle la renovación o no a un baluerte que en otoño promediaba 8 de valoración y en primavera 18.

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