De bajón sin guion

El pequeño de los Peters había llegado a Gasteiz pero pasaría la tarde en modo avión. Las gradas como el tiempo, desangeladas algo parecido a lo que empezó a pasar a nuestros balones. Muchos viajes de un aro al otro sin canastas que echarse al marcador salvo cuando alguna transición se rebelaba. Bien su Rey, monarca del mundo interior, y nuestro Nnoko sin ser un 'kono'.

Ventajas macabeas que cabreaban a Dusko, vuelta al formato pequeño para dar calor a lo grande y Caloiaro enfriando con su acierto 'la caló'. Como casi siempre Rokas y Fontecchio nos sacaban las castañas del fuego mientras Williams hacía olvidar a aquél que lanzaba naranjas por Valencia.

Ivanovic sentaba a Granger, adormilaba al despierto Landry a la par que observaba como los amarillos se distanciaban sacándonos los colores. Gracias a los ilógicos suplentes, Costello y Enoch, dimos la vuelta al marcador dando palmas por su acierto. Es incomprensible dejar las llaves del coche a los que llevan la L y no dejar conducir a los que llevan años haciéndolo. Impecable reacción baskonista lejos de Liliput con el tino como amigo. Pero los del muro con Jalen, en compañía de un tal James, volvieron a comernos la tostada en cuanto el ataque vitoriano retornó a su habitual torrija. Teníamos la sensación de que ellos con poco se iban mucho y a los nuestros les hacía falta mucho para acercarse un poco. Zicic nos trajeaba en las letras, a la puntería se le trabó el aro a la par que los de 'Sfairo' entre pases, bases y equilibrio hallaban faros. Nueve en su saldo por su cercanías y número rojos en el baloncesto baskonista a pesar del acierto lejano.

Intercambio de canastas enemigas con las defensas como amigas. Me acordé de Barrera pensando en lo bien que hubiese venido en esos momentos. Los israelitas casi sin querer volvían a subir sus rentas pasándonos por la izquierda aunque las susodichas sean más propias de las derechas. Agradecíamos sus fallos al solitario porque de haber acertado las distancias hubiesen sido como las que hay entre Tel Aviv y Gasteiz.

Ioannis manejaba la pizarra como una calculadora mientras observábamos otra vez cómo se multiplicaban sus ventajas. Por la rentrée de Matt y Steven en la pomada junto a la indiscutible clase de Baldwin, aunque se le discuta, y al italiano al que no hay que darle cremita sanábamos algunos males.

La pena era que sabían dividir, tenían a Evans como su Adán lo que junto a su número 8 era suficiente como para que nos hiciesen un siete. El difunto Georgie Dann al ver a Reynolds, Nunnaly y Evans habría cambiado la letra de aquel tema suyo: 'El negro no puede'. Las diferencias en aumento, la ofensiva vitoriana en bancarrota y el baloncesto local pidiendo a gritos soluciones. Ellos corrían, veían y entendían el significado de la palabra equipo. Nuestro muro ofensivo continuaba con sus lamentaciones. No lo arreglaba ni McGiver. Demasiados minutos de sufrimiento para unos jugadores locales que vagaban por la cancha sin ser unos vagos. Otro baño de realidad que no se arregla con paños calientes.

De bajón y sin guión volvió a mostrarse un Baskonia sin argumentos. Otra noche de perros. Un visitante con armas y buen baloncesto nos metió un mordisco que dio rabia. Se pueden poner todo tipo de excusas pero lo que más se requieren son soluciones. Hay tiempo, equipo y argumentos. Busquemos al psicólogo con pizarra.