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No hay tierra firme para el barco del Baskonia. Atracó en Girona con las alarmas encendidas y salió a la deriva tras la marejada de cuatro partidos en una semana. Fue una caída con todo el equipo en toda regla en tierras gerundenses que no ... hace más que constatar lo que meses atrás se comenzó a evidenciar. La ACB es un dolor para el conjunto azulgrana. Salvo milagro, será la cuarta edición de la Copa del Rey que vea por la televisión en seis años. Y con derrotas como las de ayer o las sufridas antes en el Buesa Arena, la clasificación para el play off vuelve a quedar comprometida. Una cruda realidad.
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El Baskonia presumía hasta la fecha de ser el club que más ha discutido el dominio del Real Madrid y el Barcelona en los más de 40 años de historia de la ACB. Desde la humildad, se asentó en la élite europea a base de un proyecto innovador elogiado a nivel continental y colocó su propio techo a la altura de los más grandes. Desde 1995, los objetivos del club no bajaban de ser semifinalistas de Copa y Liga. Las vitrinas de Zurbano tienen lustre, como muestra ahora desde la techumbre del Buesa Arena. Pero de un tiempo a esta parte, el aliento competitivo del equipo ha laguidecido hasta el punto de convertir en rutina lo que debería ser una excepción.
Para cambiarlo, la entidad que preside Josean Querejeta desde hace 36 años hizo una fuerte apuesta el pasado verano. La llegada de Pablo Laso ilusionó en todos los rincones de Vitoria. En aficionados locales, en seguidores de todo el mundo y también el seno del club. Había cierta convicción en que con uno de los entrenadores con mayor prestigio continental –22 títulos en once años en el Real Madrid– como capitán de la nave, con el añadido de ser un hombre de la casa, el bache se revertiría. De que podría revitalizarlo todo en las tres temporadas por las que se extiende su contrato. Una confianza inaúdita en la última década. Pero cualquier tiempo pasado fue mejor. Seis meses después de la llegada del de San Viator, la trayectoria del equipo es igual o peor que el curso anterior.
Al conjunto azulgrana le cuesta horrores ganar partidos que antes le suponían un mero trámite. Seis de las siete victorias logradas hasta la fecha en liga no han sido por más de cuatro puntos. Cambian los entrenadores y los jugadores y el patrón se repite. Compite bien entre semana en Euroliga y pierde el pie los fines de semana en ACB. Hay un motivo evidente. Nunca antes la máxima competición continental había sido tan exigente. Con un calendario implacable y una competitividad inigualable que este curso también afecta a Real Madrid y Barcelona. También con plantillas más débiles que de costumbre. Pero el Baskonia aún no conoce la tecla ni los recursos económicos necesarios para compaginar este nivel en las dos competiciones, a excepción del primer año de Joan Peñarroya al frente del banquillo (2022-2023).
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Los batacazos de aquella mágica temporada fueron tan sonados que debilitaron la confianza en el técnico que ahora sufre en la Ciudad Condal. Un paradigma de que la exigencia de la entidad se mantiene y por la que no puede considerar de otra forma más que de fracaso, al menos de forma interna, el no ocupar la zona alta de la clasificación doméstica con uno de los presupuestos más elevados de la misma. Bien sea el cuarto o el quinto. El balance es un mazazo al prestigio que tanto le costó alcanzar. Tan solo una presencia en las semifinales coperas en los últimos ocho años del torneo fetiche para los vitorianos. Seis títulos de catorce posibles entre 1995 y 2009. Una gloria que también le es esquiva en los últimos cursos de Euroliga. Sólo ha logrado una presencia en los play offs en el último lustro.
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La inoperancia sobre la pista y la inacción en los despachos mantiene desconcertados a los aficionados, mientras que la imagen del equipo ayer en Girona no pudo ser peor. El triple liberado que Raieste lanzó contra el canto del tablero nada más empezar el choque fue un buen resumen del encuentro en el bando azulgrana. Las muestras de rabia y orgullo ante la situación decepcionante fueron imperceptibles en la actitud de una plantilla azulgrana en la que solo Rogkavopoulos parece estar mostrando su mejor versión. Jugadores rivales que siempre hacen sus mejores partidos contra el Baskonia (Juan Fernández), equipos que lucen ante los azulgranas en sus puntos menos fuertes (Girona en el rebote ofensivo) y un desacierto cada vez mayor conforman un bucle del que Baskonia no logra salir. Ni con Laso, ni antes sin él.
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