El teniente Vivián pide ampliar su rango

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Al contrario que la mayoría de sus compañeros, quienes han disfrutado del segundo parón de la temporada, Dani Vivián tuvo obligaciones internacionales con la selección. De ahí que no haya podido descansar nada, aunque frente a los 'pericos' no demostró ni el más mínimo signo de fatiga. Al contrario, el central estuvo metido en el choque y afilado de principio a fin, con energía suficiente como para iluminar San Mamés. Un San Mamés que le tiene en palmitas, reconoce su entrega, admira su trabajo y aplaude sus aciertos –coreó su nombre cuando la megafonía le identificó como el autor de la diana–, tanto defensivos como ofensivos. Frente al Espanyol hubo de los dos, empezando por un gol en el minuto seis que abrió la lata y enseñó el camino que recorrieron poco después Iñaki Williams y Berenguer.

Rodillazo y a la red

Nico Williams botó un córner desde el flanco derecho del ataque bilbaíno, muy inspirado en la primera media hora del duelo, y Vivián ganó la posición a Marash Kumbulla. Lo hizo en el corazón del área para meter un rodillazo que significó el 1-0. Se fue corriendo a celebrarlo y lo hizo primero con Iñaki Williams; de teniente a artillero mayor, autor de un doblete que certificó el triunfo local. Luego desapareció en el abrazo coral de sus compañeros, quienes felicitaron al alavés por su segundo tanto en la Liga. El primero fue contra el Leganés, en Butarque, que al igual que ayer valió para abrir el marcador que más tarde cerró el internacional por Ghana. Lo más difícil estaba hecho y tocaba hurgar en la herida 'perica', un boquete más grande que la cuenca Aitken en la Luna.

Al poco de marcar, Vivián volvió a incorporarse a una acción a balón parado y a punto estuvo de cabecearla. No llegó por un pelo y de ahí su lamento. También intentó un remate acrobático en la segunda parte tras un buen pase de Ruiz de Galarreta, aunque no llegó a conectar en condiciones con la pelota y regresó a sus labores defensivas con un esbozo de sonrisa.

Y tenía motivos para sonreír al final del encuentro porque volvió a cumplir con su deber. Marcó un gol –no es ni mucho menos su tarea fundamental–, solo hizo una falta en más de hora y media de fútbol, estuvo rápido en los cortes y la anticipación, no cometió errores significativos, tocó el balón 87 veces, dio 72 pases buenos de los 80 intentados (90%), ocho de ellos fueron en largo y seis llegaron a su destino, y firmó un despeje. También le dio tiempo a recriminarle un manotazo a Cheddira, quien poco después soltó otro a Nuñez. Vivián está metido en todas las salsas, protesta y discute, a los árbitros y a los jugadores rivales, anima y aprieta, da y recibe, pero sin perder la concentración.

El de este sábado fue su cuarto partido en 13 días –Girona, Dinamarca, Serbia y Espanyol–, con todos los minutos disputados. Más fresco que una lechuga.