Siempre me ha gustado la expresión «secreto a voces». Junto a «ciencias ocultas», «agitado descanso» y «cerveza sin alcohol» la considero uno de los ejemplos ... más logrados de oxímoron. Pues bien, en su información de ayer sobre Remiro, 'El Diario Vasco' no dudaba en calificar de «secreto a voces» el acuerdo entre la Real Sociedad y el portero de Cascante. De manera que no hay más que decir. Era evidente que Remiro y el club donostiarra tenían apalabrado un acuerdo y han esperado a la primavera -a que la Real , por ejemplo, necesitara vender un buena noticia de futuro ahora que sus aspiraciones se limitan a no morirse de aburrimiento en mitad de la tabla- para hacerlo público.
Que este acuerdo sólo fuera verbal, simplemente sellado con un apretón de manos, es lo de menos. No tiene mayor importancia. Y todavía tiene menos que, durante los últimos meses, las dos partes implicadas lo hayan ocultado o negado con una insistencia digna de mejor causa. Esta retórica vacía que sobrevuela las negociaciones forma parte del paisaje del fútbol. Todos la tenemos muy asumida. Ya somos mayorcitos como para creer que los clubes y los futbolistas y entrenadores son tan estrictos y formalistas que nunca se ponen a negociar -es decir, a hablar- fuera de los plazos legales previstos.
Todavía recuerdo cuando Ernesto Valverde, una vez concluida la que fue su última temporada en el Athletic, aseguró en su rueda de prensa de despedida que sería justo a partir de ese preciso momento -¡ni un segundo antes, por Dios!- cuando él se pondría a hablar con el Barcelona. A ninguno de los periodistas allí presentes se nos ocurrió soltar una risita irónica al escucharle. Y eso fue porque sabíamos que su mentira formaba parte de un juego aceptado de antemano, que precisamente por ser tan evidente la falsedad ésta tenía una carga de inocencia que evitaba cualquier tipo de indignación por nuestra parte.
Que lo de Remiro se haya resuelto como estaba previsto no significa que no sea un caso llamativo
Que lo de Remiro se haya resuelto como se esperaba no significa, sin embargo, que no haya sido un caso muy llamativo. Y es que en él se dan una serie de circunstancias que, con la información que tenemos, no son fáciles de entender. Pensemos en algunas de ellas. 1. Que un futbolista del Athletic se vaya a la Real. 2. Que un canterano de Lezama, tras dos cesiones para foguearse, desaproveche su oportunidad de jugar en el primer equipo cuando se le presenta. (Recuerden que, tras la marcha de Kepa, Berizzo dijo que Remiro era su portero). 3. Que un futbolista de 24 años que aún no ha debutado en Primera asuma el riesgo de pasarse una temporada sin jugar. 4. Que haga ese sacrificio no para irse a un grande de la Liga o de Europa sino a un club de un nivel inferior al suyo y que encima es el eterno rival.
Todo muy raro, efectivamente. Lo más razonable es pensar que este caso se rompió definitivamente a principios de temporada. Que el club ordenase a Berizzo que no alineara a Remiro no podemos interpretarlo como una estrategia de la negociación. Urrutia podía ser menos dúctil que un bloque de cemento, pero tampoco iba a pegarse ese tiro en el pie. Quiero decir que no iba a correr el riesgo de hacer saltar por los aires un posible acuerdo pegando de repente ese martillazo en la mesa. Ese tipo de medidas tan drásticas sólo se ponen en práctica cuando uno, viéndolo casi todo perdido, se juega a la desesperada su última carta. Y para que el Athletic lo viera todo perdido alguna información tenía que tener.
De hecho, el caso Remiro tampoco se ha solucionado con la llegada de Aitor Elizegi. Por algo será. En un primer momento, dio la impresión de que el cambio de presidente y la entrada en el club de una nueva dirección deportiva con otras ideas podían dar un giro inesperado a los acontecimientos. Hasta Garitano llegó a decir un día que Remiro era «uno más» en la plantilla. Sin embargo, pronto se vio que no, que no había manera, que aquello estaba decidido. Eso sí, debemos seguir manteniendo las apariencias hasta el final. Nada de afirmar ahora por las bravas, sin atenernos a las reglas del juego, como el aviador Jurieux en la película de Renoir, que el portero de Cascante tenía apalabrado desde hace meses un acuerdo con la Real. Apliquemos la impecable corrección de 'El Diario Vasco' en su edición de ayer y digamos que Remiro acaba de dar «luz verde a su representante» para que se firme dicho acuerdo.
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