La realidad que se impone a Garitano
El técnico rojiblanco tiene que adaptarse al nuevo guión que le exige su propio equipo, que sólo logra ser competitivo con un fútbol ofensivo
Hay situaciones durante un partido que pueden retratar a un equipo mucho mejor que el resultado. En el caso del Athletic, hemos asistido a dos ... muy similares en sus visitas al Real Madrid y al Villarreal. Recordémoslas. Con un jugador menos, los rojiblancos estuvieron a punto de empatar en Valdebebas. Vesga tuvo el 2-2 en el descuento y lo evitó Courtois. En el estadio de La Cerámica, el partido terminó con dos grandes ocasiones del Athletic -un desvío de Albiol que casi marca en propia puerta y un zurdazo de Morcillo- cuando, tras el 1-1 de Yeremi Pino, los levantinos parecían destinados a la remontada. Pues no. Fue justo al revés. Cuando todo indicaba que podía darse con un canto en los dientes con el empate, el Athletic se fue a por la victoria.
Hay dos similitudes fundamentales en estos dos casos. La primera tiene que ver con los beneficios de los cambios. Morcillo, Sancet, Lekue y otros cuando les ha tocado salir -pensemos en Kodro ante el Huesca- han aportado frescura y ambición. Desde luego no han saltado al campo para hacer amigos sino para ser protagonistas y lanzarse al abordaje. La segunda coincidencia tiene que ver con la personalidad del Athletic, que podríamos resumirla con una afirmación rotunda: cualquier equipo capaz de estar a punto de empatarle al Real Madrid con un jugador menos desde el minuto 13 y de estar cerca de ganarle en su campo a un Villarreal que había conseguido empatar en el minuto 73 es que es un gran competidor. Desde luego, todo lo contrario a un equipo en crisis y con el entrenador en el alambre.
Un equipo que es capaz de dar esa réplica al Madrid y al Villarreal no sufre ninguna crisis grave
situación
Esto es una realidad. Es cierto que los rojiblancos siguen sufriendo cortocircuitos que provocan apagones totales como el de la primera parte ante el Huesca, pero la impresión es que empiezan a tener cada vez más claro cuál es el camino. Han hecho falta tiempo y algunos partidos en los que el Athletic ha caído en la indigencia futbolística para que una nueva realidad se acabe imponiendo. Que se haya impuesto por causa de fuerza mayor y no como un objetivo premeditado ya es secundario. Lo importante es que los rojiblancos han dejado más que demostrado que sólo se sienten a gusto y son realmente competitivos cuando juegan con valentía, sin corsés, libres de ataduras y de estrategias conservadoras que les hagan saltar al césped con ideas tan mortíferas como pasar el tiempo sin asumir riesgos con el balón esperando a que el partido madure.
Son muchos los que todavía dudan de esta nueva realidad esperanzadora y lo cierto es que tienen razones para ello. Garitano se ha pegado tantas veces contra la misma piedra que no se puede descartar que vuelva a hacerlo. La tentación es muy fuerte para él, que al cabo del tiempo se ha encontrado con un hecho inesperado: el de que su equipo se está demostrando competitivo de manera inversa a lo que lo fue cuando él tomó sus riendas y lo salvó hace dos años. Entonces, Garitano formó un escuadrón sacrificado, intenso y con una coraza defensiva durísima. Un dato muy ilustrativo. En sus primeros 15 partidos de Liga en el banquillo rojiblanco, el equipo encajó 9 goles. En sus últimos 15, en cambio, ha encajado el doble: 18.
El sueño de Garitano quizá fuese crear un Atlético de Simeone en versión vasca, pero eso no es posible
la realidad
Transición
El equipo se ha transformado en este bienio. Mantener intacta esa fortaleza defensiva era casi imposible para una plantilla que está viviendo una transición, como insistió Aitor Elizegi hace un par de semanas cuando hizo una encendida defensa de su técnico. Las últimas promesas de Lezama en llegar al primer equipo son futbolistas de talento: Villalibre, Sancet, Vencedor, Morcillo, Zarraga, Iñigo Vicente... Los fichajes han sido todos de atacantes: Ibai Gómez, Kodro y ahora Berenguer. Las mejores perlas del filial son también dos delanteros de mucho futuro como Serrano y Nico Williams.
Esta es la nueva realidad a la que se tiene que adaptar Garitano. Es probable que a él le gustase tener otro tipo de plantilla y poder cumplir su sueño de armar una especie de Atlético de Simeone en versión vasca. Y cuando decimos su sueño decimos también el de otros muchos, comenzando por la actual dirección deportiva del club. En el Athletic, sin embargo, hay que adaptarse a lo que hay. Y lo que hay es un plantel con unas características muy concretas. La primera es su profesionalidad. Resulta reconfortante contemplar la actitud impecable, cada vez que salen al campo, de futbolistas relegados a la suplencia y a soportar a lo largo de la temporada la más que discutible titularidad permanente de algunos intocables.
La plantilla del Athletic está llena de futbolistas con una clara vocación ofensiva
jugadores
La segunda característica es su vocación ofensiva. A la lista de promesas, fichajes y perlas de Lezama antes citada añadámosle la compuesta por jugadores como Muniain, Unai López, Raúl García, Williams, De Marcos, Córdoba y Lekue, por no hablar de Capa y Berchiche, dos laterales cuyo libro de cabecera es 'La llamada de lo salvaje' de Jack London. O debería ser. ¡Estamos hablando de 20 jugadores! Esta es la plantilla del Athletic. Descompensada, dirán algunos. Y así es, efectivamente. El problema es que eso da exactamente igual porque en este club no se puede construir otra sino aceptar la que hay. Y aceptarla significa, por supuesto, intentar minimizar sus defectos y desequilibrios, pero sobre todo explotar sus virtudes. ¿Cómo? Pues dicho de un modo simplón: saliendo al campo como en Valdebebas o en Villarreal.
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