El problema de la falta de competitividad

Después de tres meses y medio de trabajo intenso en los que ha vivido grandes alegrías y penas profundas, ambas reflejadas en el brillo de su mirada, podemos decir que Marcelino ya ha hecho un diagnóstico exacto de su plantilla. Cuando llegó tenía una idea vaga y una serie de prejuicios, algunos acertados y otros sin fundamento, sobre los jugadores con los que iba a trabajar. En este sentido, podemos decir que el técnico de Careñes ha hecho un gran avance que le servirá, entre otras cosas, para algo fundamental: no llamarse a engaño sobre la competitividad real de sus futbolistas y, especialmente, de los llamados franquicia, los indiscutibles, los mejor pagados.

Personalicemos en dos de ellos, Muniain y Williams, ya que hablamos del capitán y de un jugador al que Marcelino cubrió de elogios en su presentación hasta el punto de que sólo le faltó decir que su equipo serían él como delantero centro y diez más. ¿Cuándo han rendido estos dos futbolistas a un alto nivel de forma sostenida no ya durante diez meses sino durante seis o siete? Williams, nunca. Y lejos de parecer que pueda llegar a conseguirlo algún día, sucede justo lo contrario: que su competitividad dura cada vez menos y puede dar lugar a depresiones como la actual, con esta estadística demoledora de 2 goles (al Alcoyano y el cuarto al Cádiz) en 20 partidos. ¿Y Muniain? Pues bien mirado, sólo en la primera campaña de Bielsa estuvo afilado desde septiembre a abril, como le pasó al resto del equipo. En el resto de sus doce temporadas, en un par de ellas con la disculpa de las lesiones, sus rachas de brillantez han sido siempre cortas y aisladas.

Adentrarnos ahora en las causas de la asignatura pendiente de la competitividad en espacios largos de tiempo supondría extendernos sobre la filosofía del club, que para los jugadores es una bicoca absoluta. Por un lado, les sirve para ganar muy por encima de su valor en el mercado. Y por otro, para que se les exija menos y para que la competencia dentro de la plantilla sea muy inferior a la que se enfrentan los jugadores de otros equipos. Quien no quiera ver esto puede vivir feliz e incluso fundar el Club de la Táctica de la Avestruz, pero es la realidad.

Ahora bien, como no tiene mucho sentido perder el tiempo con el debate filosófico, es mejor centrarse, ponernos a ras de césped y preguntarnos qué va a hacer Marcelino, un entrenador de primer nivel -ya ha sonado entre los aspirantes al banquillo del Tottenham- para solucionar este problema la próxima temporada, de manera que el Athletic rinda con regularidad a un alto nivel y no sufra desplomes tan brutales como el actual. Son ya ocho partidos consecutivos sin ganar -tres derrotas y cinco empates- y una cifra de goles desoladora: tres. En los cinco últimos, sólo se puede contar el de Villalibre en el Reale Arena. Si a finales de enero, mientras descorchábamos tanto champán, alguien nos dice lo que iba a suceder y que pasada la Semana Santa las cifras de Marcelino ya serían peores que las de Garitano le hubiéramos tirado a la ría por cenizo.

El tiempo dirá cómo actúa el técnico asturiano. Competitivo en extremo como es, hay que suponer que no le va a temblar el pulso. Al fin y al cabo, él también se juega su prestigio. Lo cierto es que no lo va a tener fácil. Entre una cosa y otra, se va a encontrar con alrededor de 35 futbolistas sobre quienes deberá tomar una decisión. Hablamos de toda la plantilla actual -que tiene a todos sus jugadores con contratos en vigor, entre otras cosas porque la euforia de enero precipitó algunas renovaciones muy discutibles-, de dos cedidos como Córdoba o Kodro, y de una buena remesa de futbolistas del Bilbao Athletic. Son jóvenes que están llamando a la puerta con una fuerza que no sólo tiene que ver con sus méritos a las órdenes de Joseba Etxeberria sino con los deméritos sangrantes de sus compañeros del primer equipo, especialmente en zonas esenciales como el centro del campo o el frente de ataque.

Futbolistas como el portero Aguirrezabala, Imanol, Beñat Prados, Nico Serrano, Artola o Nico Williams tienen condiciones y edad para competir ya por un puesto. En realidad, varios de ellos apuntan mucho más alto que otras promesas de Lezama que ya han jugado con Marcelino. En el caso del menor de los Williams, sencillamente no se entiende que no haya debutado. Son decisiones muy personales de los entrenadores, que tienen ideas, gustos y desde luego información que el resto de los mortales no entendemos. Por ejemplo, para que Zarraga no tuviera una oportunidad antes de lesionarse, o para que Ibai Gómez haya disfrutado de minutos que Iñigo Vicente no ha visto ni en pintura. El tiempo, sin embargo, lo acaba poniendo todo en su lugar. A Marcelino hay que pedirle que no lo haga demasiado tarde.