«Hay que deducir que el Athletic llevaba tiempo negociando con el sustituto, incluso cuando Elizegi defendía a Gaizka a capa y espada en público y también en privado».

Escucha y reflexión tras la asamblea

Análisis ·

El varapalo que sufrió Elizegi por parte de los compromisarios explica lo sucedido ayer

Domingo, 3 de enero 2021, 23:42

Pues lo que parecía el cuento de nunca acabar ha llegado a su final; un final abrupto e inesperado. Al fin y al cabo, Garitano - ... Gaizka cuando Elizegi loaba sus virtudes- no se merecía este despido por sorpresa después de cumplir, una vez más, con su parte del acuerdo tácito que parecía mantener con los dirigentes del club y que consistía en que sobreviviría en la cuerda floja mientras mantuviera al equipo a flote.

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El anuncio del cese del entrenador dos horas después de una victoria que el Athletic mereció sin ningún género de duda, abre un abanico de preguntas. Parece obvio que la decisión estaba tomada antes del partido; tan obvio como que Garitano no sabía nada, a tenor de sus manifestaciones antes y después del choque. A primera hora de la tarde todo el mundo daba por hecho que el técnico había superado otra final y, por lo tanto, se había ganado el derecho a continuar al frente del equipo, aunque fuera al margen de la opinión mayoritaria del entorno rojiblanco.

También resulta obvio que una decisión de este calado no se toma sin tener el relevo asegurado. Así que hay que deducir que el Athletic llevaba tiempo negociando con el sustituto, incluso cuando Elizegi defendía a Gaizka a capa y espada en público y también en privado.

Y si llevan tiempo negociando, no cabe excluir la posibilidad de que el sustituto se haya cansado de esperar a que acabara el juego sin final de las finales. Enero es un mes para reconfigurar la plantilla y lo lógico es que el que venga quiera tomar decisiones al respecto.

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Parece obvio que la junta negociaba con Marcelino mientras el presidente loaba a Garitano

Era cuestión de tiempo que se produjera el desenlace aunque sea un contrasentido que haya llegado ahora, después de una victoria, a solo tres días de un partido contra el Barcelona y a semana y media de la Supercopa. No consta que, como en alguna ocasión anterior, se haya celebrado una Junta de urgencia en el mismo San Mamés, ni que haya habido discrepancias entre defensores del entrenador con el presidente y el director deportivo a la cabeza, y directivos partidarios del cese. ¿A qué obedece entonces la nueva unanimidad?

No es nada descabellado sopesar la posibilidad de que la explicación se encuentre al margen de los criterios puramente deportivos. La decisión de cesar al entrenador no puede ser ajena a la «autocrítica, reflexión y escucha» que Elizegi anunció como método de trabajo después del varapalo que le propinó la asamblea de compromisarios. A lo mejor, los dirigentes del club captaron por vía telemática el mensaje que no han podido oír en un San Mamés cerrado a la afición. A nadie se le escapa que presentarse a la asamblea extraordinaria en las mismas condiciones podía ser, como poco, temerario.

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El resultado de la asamblea aparece pues como la variable más decisiva que se ha registrado a lo largo de un proceso en el que el flojo rendimiento del equipo y las decisiones del técnico han sido igual de invariables y monótonas durante meses.

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