La memoria planea sobre el derbi de Mendizorroza
El Athletic sueña con la plaza UEFA ante un Alavés al que hirió en su orgullo en 2000, cuando sin jugarse nada derrotó a los albiazules que necesitaban los puntos para ir a la Champions
Javier Muñoz
Miércoles, 3 de mayo 2017, 00:13
La memoria proyecta su sombra sobre el Alavés-Athletic del próximo domingo en Mendizorroza, un derbi a las 12.00 horas que el destino ha ... convertido virtualmente en una primera final para los de Valverde (habrá dos más con Leganés y Atlético). Los leones, sextos en la tabla, necesitan puntuar para asegurarse el pase a la Europa League, mientras que los albiazules se mecen suavemente en el puesto décimo y concentran su karma en la final de Copa contra el Barça. El pasado domingo, en circunstancias análogas, el Celta opuso a los rojiblancos a once sparrings en Balaídos y reservó a los titulares para mañana ante el Manchester United de Mourinho. Pero ¿quién se atrevería a subestimar el orgullo de los babazorros que encabeza Josean Querejeta?
La pregunta podría parecer retórica, pero no lo es. La temporada alavesista está más que apuntalada en la Liga, por descontado, pero los de Maurizio Pellegrino, que si algo saben hacer bien es atenazar al rival, rematarían la faena en Mendizorroza si doblegaran a los leones. Y tienen dos buenas razones para ello sobre el papel. Por un lado medirían su potencial de cara a la aventura de Copa y, por otro, redimirían dos amargas derrotas que han sufrido en San Mamés y que aún perduran en el recuerdo.
La primera se produjo el 13 de junio de 1999, cuando el Athletic, que entonces tenía opciones europeas, goleó sin miramientos a los de Vitoria (5-0) y les obligó a imponerse a la Real Sociedad en la última jornada para seguir en la máxima categoría. La segunda humillación tuvo lugar no mucho después, el 19 de mayo de 2000, viernes y último partido de Liga, una efeméride que quizá viene más a cuento ahora porque el libreto se parece como un calco al del próximo domingo, aunque con los papeles cambiados.
Tres puntos de Champions
El Alavés de Mané llegó a Bilbao en busca de los tres puntos que le debían aupar a la Champions, competición que el Athletic de Luis Fernández había paladeado en la campaña 1998-1999, coincidiendo con el Centenario. Sin embargo, los bilbaínos, que estaban situados en mitad de la clasificación y ese día se despedían del preparador tarifeño (el matxote) y del central Patxi Ferreira, no bajaron la guardia pensando en esos homenajes y en las inminentes vacaciones. Al contrario, le endosaron al Alavés un doloroso 2-1 (goles de Guerrero, Carlos García y Julio Salinas) en un partido intenso por ambas partes, cargado de electricidad y emoción (Salinas también dijo adiós a los de Mendizorroza y al fútbol).
La victoria situó a los rojiblancos en un anodino puesto once de la Liga, y como era de esperar las suspicacias afloraron en Vitoria, por muchas invocaciones a la dignidad y profesionalidad que se hicieron en Bilbao. Y ambas se airearon con creces después de la polémica causada unos días antes por un partido de tuna y pandereta que habían jugado el Sevilla y Oviedo en las postrimerías de la Liga.
A decir verdad, más que de suspicacias, en la capital alavesa era más exacto hablar de mosqueo integral. Salvadas las distancias, el resultado trágico que no se dio en dos derbis del Athletic y la Real de 1982 y 1984 -que se jugaron en la última jornada y sellaron el título de Liga de donostiarras y bilbaínos, respectivamente- sí se materializó en la Catedral cuando de lo que se trataba era de las aspiraciones albiazules a la Champions League.
De todos modos no se puede decir que los de Vitoria salieran tan mal parados. Se clasificaron para la UEFA y compitieron con brillantez, cayendo finalmente ante el Liverpool en una final épica. Mané y sus hombres estaban predestinados a escribir una dorada página del fútbol, pero lo hicieron por un camino en el que no habían pensado. Quizá debía ser así.
Tres lustros después
Han pasado más de tres lustros de aquello, y la actitud inmisericorde de los leones (dando por sentado que salir a ganar un partido merezca tal calificativo) quizá les traiga a algunos a la mente esas minas que una guerra olvidada dejó enterradas en la playa. Artefactos herrumbrosos que asoman de repente, al bajar la marea, cuando nadie se lo espera.
¿Harán falta desactivadores esta vez en Mendizorroza? En su día, el Athletic comprobó lo que los babazorros opinaban del portazo que su sueño de la Champions recibió en Bilbao en mayo de 2000. La notificación de ese malestar la recibieron el 3 de diciembre de ese mismo año, en la temporada siguiente, cuando los rojiblancos fueron acogidos en el feudo vitoriano con abucheos que se repitieron al inicio del segundo tiempo. No resultó una experiencia plácida para la expedición vizcaína. Respirando aún por la herida, los hinchas vitorianos tildaron de «¡peseteros!» a los leones, y en las gradas llovieron fotocopias de falsos pagarés por la cuantía que presuntamente habrían ofrecido al Athletic a cambio de cerrar el paso del Alavés a la máxima competición continental. Al menos, eso opinaban en Vitoria. Ese mensaje llegó cumplidamente de las tribunas al césped, donde el balón rodó sobre los dichosos pagarés de pega, que llevaban la simpática caricatura del George Washington de los billetes de un dólar.
Los leones, esta vez a las órdenes de Txetxu Rojo, fueron derrotados por el mismo resultado que en Bilbao (2-1). Ambos equipos protagonizaron un partido poco vistoso y bastante bronco, en el que fueron expulsados Urrutia y Felipe, y el técnico bilbaíno cargó contra el árbitro Prados García, denunciando una entrada a Etxeberria. Lo cierto es que el Athletic no jugó bien. Una porra de los segundos entrenadores, Ondarru y Ernesto Valverde, la ganó el primero al acertar el resultado.
Para el de Viandar de la Vera, la porra de este domingo está clara: un 1-2 nosería mal tanteador. La cuestión es si los zarpazos que los leones dieron a los alaveses en San Mamés habrán cicatrizado después de tanto tiempo.
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