Alo largo de la semana, a Mauricio Pellegrino se le preguntará sobre los deseos de revancha de su equipo. Aunque haya sido advertido al respecto, ... es probable que el técnico argentino improvise un gesto de sorpresa antes de asegurar que ha pasado demasiado tiempo desde aquellas dos derrotas del Alavés en Bilbao -el 5-0 de 1999 que obligó a los vitorianos a ganar a la Real en la última jornada para salvar la categoría y el 2-1 de 2000 que les dejó sin Champions- como para seguir alimentando deseos de desquite. La corrección política imperante obliga a este tipo de discursos envueltos entre algodones. Imaginen a Pellegrino diciendo que sí, que ha llegado por fin el momento y que los hinchas babazorros se van a sentir estos días como Edmundo Dantes tras escapar de la isla de If. La Brigada Bienpensante de Guardia (BBG) le daría hasta en el cielo del paladar acusándole de calentar el derbi.
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Yo, sin embargo, soy un firme defensor de los deseos de revancha. No sólo es que los entienda, sino que me parecen algo natural, intrínseco al deporte, uno de sus condimentos más sabrosos. ¿Qué hacíamos en nuestros partidos de la infancia cada vez que perdíamos? ¿O acaso no pedíamos que se jugara otro y luego otro, con la esperanza de acabar ganando alguno? Si la revancha tiene mala fama es porque muchos la entienden de la peor manera. La vinculan directamente con el rencor, un rencor oscuro que se infecta en tu interior y al que hay que darle salida a través de la venganza, y no con el afán de superación, con la restauración de una pérdida, que es una de las acepciones de la palabra que recoge la RAE. Esa pérdida, por supuesto, es la del orgullo del deportista derrotado, cuya herida no se cura con el tiempo sino con una victoria del mismo valor.
En este sentido, no seré yo el que me extrañe si la hinchada del Glorioso se ilusiona esta semana con sacarse la espina de aquellas dos derrotas tan duras, sobre todo la del año 2000, cuando un Athletic que no se jugaba nada les ganó dejándoles sin Champions. También entonces fueron muchos los buenistas que lamentaron lo mal que se había portado el equipo de Luis Fernández con su vecino. Esta gente no entiende nada. Yo ya me preparo para un derbi apasionante.
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