Nombres propios

Si el nombre propio indiscutible ante Osasuna fue Sancet, en el partido con el Mancha Real fue sin duda Nico Williams. Otra estupenda noticia. Hasta ... ahora, con precavida contención, no había pasado de elogiarlo de manera muy comedida. «Tiene maneras», puede ser la síntesis de mis comentarios. Señalaba en algún análisis que el público de San Mamés se le había entregado. Y decía sin decir que me parecía un poco pronto. Nico tenía clase, era un jugador diferente, de los que encaran, pero como por la tangente, con una extraña timidez, seguramente propia de su edad. Parecía como si no se atreviera a tomar decisiones de verdadera enjundia, a meterse en honduras, a hacer de delantero con todas las consecuencias.

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Cuántas veces la avidez por la aparición de grandes futbolistas nos ha llevado a exagerar un poco, a convertir en prematuras figuras a quienes después, en el mejor de los casos, se quedaron en buenos jugadores de club. Y no es lo malo que esa ansiedad conduzca al error del optimismo demasiado temprano a los aficionados, cronistas y comentaristas. Lo peor es que ese endiosamiento precipitado, unido a la limitación en la oferta de nuestro reducido y voluntario mercado, y a los temores a una demanda global y cada vez mejor informada, junto con la presión de los intermediarios, han llevado a la firma de contratos estratosféricos que ponen en apuros la economía del club. E indirectamente conducen al adocenamiento de algunos jugadores que se sienten insustituibles demasiado pronto y dejan de progresar. Por eso sigo siendo partidario de la cautela, lo que no es obstáculo para celebrar, cómo no hacerlo, las revelaciones fulgurantes, como la de Sancet ante Osasuna y la de Nico Williams en Jaén, donde mostró un excelente manejo de balón con los dos pies, lo que es tan infrecuente y ventajoso, con lo que se gana velocidad en la toma de decisiones. Hizo buenos controles, en el segundo gol de alta escuela, tiró centros y caños, se movió por una parcela más amplia del campo, sin ceñirse tan solo a su demarcación, como más seguro de sí, como si el gran partido anterior de Berenguer, es decir, la pelea por la titularidad, la bendita competencia, le hubiera supuesto un acicate. Como si quisiera devolvérsela. Pidió el balón, intentó siempre la jugada, volvió a demostrar su velocidad, metió dos goles de mucha clase y pegó una cruceta.

A mí me gustó mucho también Nico Serrano, otro jugador con buena técnica, visión del juego y verticalidad. Da gusto comprobar cómo los novatos saben jugar muy bien al fútbol, lo que podría parecer una perogrullada, pero esos aficionados que acertaron en seguida con Nico Williams me entienden muy bien.

Reapareció Vivian, que vendría a ser la antítesis del futbolista brillante y por contra muy eficaz. Se diría el ejemplo más acabado de futbolista antiguo, a primera vista rígido, incluso tosco, hasta que va demostrando, acción por acción, una eficacia sobria, sin alarde.

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Hubo rotaciones y no lo pareció, porque se va acortando la distancia entre los titulares habituales y los complementarios.

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