Nico y el fútbol
Elegir es renunciar. Quién no ha pensado alguna vez cómo habría sido su vida de haber tomado en algún momento otro camino
Me puse muy contento cuando Nico decidió quedarse. Se han contado con profusión los detalles que se han podido conocer, pero el asunto da para ... darle más vueltas. Se ha hablado mucho, tal vez demasiado, del dinero y la lealtad. Yo soy del Athletic, he sido siempre del Athletic y no tengo edad para dejar de serlo, pero además me gusta el fútbol por el fútbol. Mitifiqué desde niño las vivencias de futbolista, la camaradería con los compañeros, los viajes en los que anticiparían las circunstancias del juego, las horas posteriores en las que saborearían las victorias y rumiarían juntos las derrotas, pero sobre todo he mitificado siempre el propio juego sobre el campo, las asociaciones a través del balón, los pases, las ayudas mutuas, las celebraciones compartidas de los goles como éxtasis fulminantes.
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Sospecho que quienes hablan tanto de dinero no saben mucho de fútbol. Casi cualquier futbolista de Primera gana ahora mucho más dinero del que necesita para toda una vida, y a los mejores les da para varias generaciones. Uno se puede ahogar lo mismo en una piscina de dos metros que en otra de veinte. Sospecho que quienes pelean por cantidades aún más desorbitadas lo hacen en realidad para satisfacer sus ansias de reconocimiento y para confirmar su lugar en el escalafón, más que para comprar todas esas cosas superfluas que compran. No creo que el dinero lo explique todo. Intuyo que en la decisión de irse de Nico prevalecía sobre todo el afán de divertirse jugando con los mejores. No hay en eso traición ni deslealtad. Uno no cambiaría por nadie a un hijo, o en este caso a un hermano, el ejemplo es perfecto para lo que quiero decir, pero eso no significa que no se acepte con naturalidad que no siempre son los mejores del mundo (Lamine es mejor futbolista que Iñaki, aunque Iñaki sea muy bueno y de los nuestros).
Nico ha decidido quedarse. Alegrémonos y no le reprochemos sus dudas, tan futboleras, tan humanas
Los futbolistas tienen la inmensa suerte de que su trabajo sea un juego, un juego hermosísimo de infinitas variaciones reales y soñadas. Por eso, sobre todo, creo yo, quieren seguir jugando cada vez mejor, si pueden con los mejores, para disfrutar de los pases, los desmarques, los regates, los goles inverosímiles, memorables.
Las negociaciones y los representantes me parecen asuntos de segundo orden, que sin embargo pueden torcer las voluntades más firmes. Está también, naturalmente, la vanidad, a la que nadie es inmune. Y, por el contrario, el riesgo de no consolidarse en el nuevo equipo o no adaptarse a la nueva vida más lejos, frente a la seguridad de quedarse y seguir siendo el héroe de los muchachos del pequeño universo suficiente que verdaderamente importa, comparado con la popularidad de mero escaparate estando por ahí.
Elegir es renunciar. Quién no ha pensado alguna vez cómo habría sido su vida de haber tomado en algún momento otro camino, desde luego varios de los futbolistas inolvidables del Athletic de todos los tiempos, los que se quedaron por propia voluntad o porque la antigua e injusta ley denominada 'derecho de retención' les obligó a quedarse, se preguntaron alguna vez cómo habría sido su vida de haberse ido.
Nico ha decidido quedarse. Alegrémonos y no le reprochemos sus dudas, tan futboleras, tan humanas.
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