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Robert Basic
Miércoles, 10 de abril 2024, 14:12
No es ningún secreto que José Miguel González Martín del Campo, más conocido como Míchel, siente una profunda admiración por el Athletic. No tiene nada que ver con los títulos ni la flamante Copa conquistada en Sevilla, de la que dice que los rojiblancos son ... justísimos dueños, sino que su respeto hunde sus raíces en la manera que tiene Ibaigane de competir y de conservar sus esencias en un mundo cada vez más globalizado y comercial. «El club, la ciudad y la afición viven en otra atmósfera de lo que es el fútbol en España. Esto es algo muy importante porque consiguen que con la tradición y una identidad clarísima sean lo que dice la pancarta: únicos. Son únicos», reflexiona para EL CORREO una de las grandes leyendas del Real Madrid. Con seis Ligas, tres Supercopas, dos Copas y dos UEFAS en sus vitrinas, entre otros trofeos, el ahora técnico del Al Qadisiya saudí, al que ascenderá a la élite, habla maravillas de los bilbaínos y de Ernesto Valverde.
Míchel jamás ha escondido su admiración por el Athletic y la determinación de la entidad vizcaína de conservar sus señas de identidad en un mundo transformado en un mercado persa, donde se venden y compran escudos y hasta sentimientos. Ha alabado siempre el ambiente que se vive en San Mamés, el modelo rojiblanco y un público que va más allá del fútbol para adentrarse en el terreno de la tradición. De ahí que no le sorprendiera que 70.000 seguidores del conjunto bilbaíno estuvieran en la capital andaluza. «Es algo que se transmite, algo maravilloso, emocionante y pasional. La gente viajó a Sevilla como si hubiera tenido que ir a la Conchinchina». A su juicio, era como decir a las nuevas generaciones «esto es lo que siempre os hemos contado y es por lo que vivimos». Y añade: «Ni Superligas, ni Champions, ni nada por el estilo. Estamos hablando de otra cosa, de una situación familiar, social e histórica. Y eso supera al fútbol, que es el hilo conductor».
Míchel es hijo de un club ganador, dueño de 14 Copas de Europa y 35 Ligas, pero aplaude la determinación del Athletic de mantenerse fiel a una forma distinta de competir. «Hay una cultura en ese club», responde cuando se le cuestiona por la filosofía rojiblanca. Lo explica de una forma gráfica. «Cuando uno se pone esa camiseta, al igual que la del Madrid nos transformaba a nosotros en las competiciones internacionales y en la constancia para conseguir los títulos, el futbolista del Athletic no se la pone por sí mismo, sino por toda la gente que hay detrás y a la que le gustaría estar en esa situación. No pueden defraudarles. Uno se siente orgulloso de ser jugador del Athletic». Insiste en la singularidad del club y en que la espera de los 40 años ha servido para «reeditar, reactivar y mantener ese cultivo hecho hace mucho tiempo que es la identidad».
Este integrante de la 'la quinta del Buitre' también repara en la figura del entrenador rojiblanco, un hombre que cumple su octava campaña en el banquillo de San Mamés. «Para mí, Ernesto Valverde es el mejor entrenador español desde hace muchísimo tiempo», afirma rotundo Míchel, quien recuerda sus pasos por todos los clubes nacionales e internacionales. «Lo ha demostrado en cualquier equipo en que haya estado, incluso en el Villarreal», conjuntó que le despidió. «En el Barcelona –agrega el madrileño–, sufrió el descrédito incluso siendo campeón porque no ganó la Champions. Es un técnico mayúsculo en un contexto de dificultades máximas y su trabajo en el Athletic es intachable. Ha demostrado la validez del modelo y tiene un mérito increíble».
Míchel augura para los rojiblancos un buen futuro, «en constante renovación y apasionante. Mantenerse entre tanto monstruo alrededor, comercial y global, y conseguir que no solo sea un equipo de fútbol sino algo familiar y regional, con la grandeza que eso supone». En este punto, admite que siempre ha admirado el «compromiso y la idea histórica del Athletic de mantenerse con los suyos». Y remata con una confesión: «No soy del Athletic, pero me veo reflejado en algo que me gusta. No sé cuánto tardarán en sacar la gabarra otra vez, pero siempre estará allí porque sabe que volverá a navegar».
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