La lucha de Marcelino por evitar las lágrimas en la despedida de un club que «siempre» estará en su corazón

El técnico asturiano comparece con la voz quebrada en algunos momentos, con tramos de emoción, arropado por la junta directiva, su cuerpo técnico e Iker Muniain como representante del equipo

Martes, 24 de mayo 2022, 14:21

Emocionado, con la voz quebrada en algunos momentos, en otros incluso a punto de romperse, Marcelino García Toral se despidió este martes del Athletic, ... un equipo que «siempre, siempre», estará en su corazón. Habían pasado 37 horas desde que el equipo rojiblanco echara el telón de la peor manera posible, con una derrota y el adiós definitivo a Europa, y el técnico asturiano se sentó en la sala de prensa de San Mamés para desvelar lo que era un secreto a voces. «Me echo a un lado».

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A su lado tuvo a mucha gente. Las tres primeras filas estaban reservadas para la junta directiva, su cuerpo técnico, algunos invitados e Iker Muniain, el capitán rojiblanco, vestido de traje, elegante, al que el asturiano se dirigió en un par de ocasiones con el cariño de un padre a un hijo para darle las gracias por su ayuda, por su apoyo y por su entrega.

La cita era a las 13 horas de un 24 de mayo que quedará como el día que otro entrenador se marcha de Bilbao. Poco antes, surgieron del interior de La Catedral varios directivos, entre ellos Mikel Martínez, vicepresidente, Tomás Ondarra, Itziar Villamandos... Con ellos, José Ángel Iribar, otro que se llevó palabras de cariño del entrenador. Más tarde, Rafa Alkorta, Sendoa Agirre, el delegado del equipo...

Y a las 13.04 surgió Marcelino, con traje azul y chaqueta blanca y una carpeta roja en la que tenía escrito su discurso. «Egun on, buenos días a todos», soltó, en una forma de saludar habitual a los periodistas en las ruedas de prensa previas en Lezama. También apareció Aitor Elizegi, que tras un breve discurso le cedió el protagonismo. Antes, un abrazo. Afectuoso. Amistad. Pero se apartó. El presidente en funciones se sentó en la primera fila de la sala de prensa, junto a sus directivos, que incluso algunos dejaron brotar alguna lágrima cuando el preparador desvelaba una decisión que ellos ya sabían: les quedó claro el lunes en el aeropuerto, cuando todo fueron abrazos, la emoción de la despedida.

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Comenzó a hablar. Un discurso preparado, leído. Empezó con la voz tocada, roto. Echó primero un trago de agua. En algunos puntos parecía que se le iluminaban los ojos, que una lágrima quería salir, pero él resistía. Fueron varios momentos de pugna interior, de lucha por no romperse en la despedida al mejor club en el que ha estado en sus 20 años de carrera, como él mismo deslizó. «Hemos tomado una decisión. Ha llegado el momento de dar un paso al lado y cerrar una bonita historia», confesó.

Poco después comenzaron los agradecimientos. Ahí, de nuevo, la pelea con sus sentimientos. Hablaba de la junta directiva, y les buscaba. Del director deportivo, y miraba hacia Alkorta. De Iribar; «Eskerrik asko a Ángel por el día a día en Lezama y cómo nos trataste». Y terminó su discurso con una promesa. «Siempre estaréis en nuestro corazón». Aplausos en la sala de prensa.

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Comenzaron las preguntas. Muchas. Ahí estuvo más seguro. La voz más tranquila, más relajada. Más el Marcelino, educado siempre, que atiende a la prensa en las previas de los encuentros. Se le iluminó la cara al hablar de San Mamés, «de los momentos inolvidables que nos tocó vivir, de lo que me transmite la gente. Bilbao es una ciudad maravillosa, con una afición y gente increíble», lanzó. Pero hubo un nuevo quiebro. Cuando tocó el turno de referirse a los jugadores, de sus mensajes de cariño, de las peticiones de su renovación. Se lo agradeció a Raúl, a Yeray, Villalibre, «por decir los nombres de los últimos que han hablado». Le costó no romperse. Otra vez. Terminaron las preguntas, confesó que ahora hará la «mudanza», quiere disfrutar con su gente... Y agradeció a los medios su trabajo. Tras poco más de media hora, se acabó. Su despedida y la era de Marcelino en Bilbao. Se abrazó con el jefe de prensa y se marchó. Adiós.

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