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El Athletic ganó tres puntos que mantiene vivo su sueño de la Champions a pesar sí mismo. Pocas veces veremos ganar un partido a un equipo empeñado en arruinarlo; pero empeñado con avaricia. Si el error de Prados fue para ponerlo castigado de cara a ... la pared en Lezama durante toda la semana, el de Paredes fue como para comer cerillas. Si no quieres taza, taza y media. Y para rematar, un penalti de esos de los que hoy te los explican de una manera y mañana no te los pitan y también te lo explican estupendamente.
Había muchas dudas sobre la suerte que podría correr el Athletic en un campo tan poco proclive y ante un rival siempre áspero, teniendo en cuenta que, además, lamentaba la ausencia de cuatro titulares. Se esperaba un partido cerrado, de esos que te hacen aficionarte al bádminton, y con un marcador apretado. Lo que salió fue una crónica de sucesos, un reguero de accidentes que acabó desfigurando el partido hasta convertirlo en una espectáculo inclasificable dentro de unos parámetros racionales.
El Athletic pasó a lo largo de los noventa minutos por una sucesión de estados de ánimo que harían las delicias de un psicólogo. Empezó como asustado, despistado, incrédulo ante la salida intensa, casi rabiosa de un Getafe que parecía tener prisa para resolver el partido en un cuarto de hora. El improvisado once de Valverde tardó mucho tiempo en ver el balón, no digo ya en tenerlo, misión imposible ante un rival que iba al limite en cada disputa, animado sin duda por el arbitraje de Gil Manzano, en el más puro estilo Mateu Lahoz, ya saben: sigan, sigan.
La primera sorpresa de la noche llegó con el latigazo de Iñaki Williams que adelantó al Athletic cuando nadie lo esperaba. Ahí llegó el primer giro de guion, nada sorprendente por otra parte porque no será ni el primer ni el último partido en el que el equipo que se ve dominado se adelanta en una jugada aislada.
Tras el descanso la trama del partido giró desde un relato más o menos coherente hacia el absurdo. Iñaki Williams marcó el segundo culminando una gran jugada de su hermano y el Getafe acusó el golpe hasta el punto de que el Athletic se hizo el amo de la situación y se fue a buscar la goleada con una alegría desconocida desde hace unas cuantas semanas.
Y, de pronto, cuando mejor les iban las cosas, a los de Valverde les entró una pulsión autodestructiva como no se había visto nunca. Prados se durmió en el centro del campo y su error provocó la expulsión de Yeray. Bueno, un pecado de juventud, pensamos todos. Cuando Paredes se buscó su segunda amarilla en una acción de esas que antiguamente repetían en los resúmenes de Nochevieja de la televisión y ahora ya se habrá convertido en un meme, la cosa ya se puso muy seria.
Con uno menos, el Athletic ya se había hundido en su área como si la expulsión hubiera sido el fin del mundo. Es aceptable que con diez te veas obligado a defender, pero hay formas y formas. Sin ir más lejos, hace menos de un mes el Villarreal demostró en San Mamés que se puede jugar con uno menos sin colgarse del larguero. Si con diez el equipo se hundió, con nueve apeló directamente al espíritu de Maguregi. Los cronistas clásicos hubieran dicho que solo le faltó aparcar el autobús delante de la portería.
El Athletic pasó de una insólita pulsión autodestructiva a un ejercicio de supervivencia que ríase de los que se cayeron con el avión en los Andes. Y allí surgió un Unai Simón que si en la primera parte ya había hecho el que se suponía su paradón habitual de cada partido, se convirtió en el héroe de la resistencia con paradas de todos los colores, incluido un penalti a falta de cinco minutos para la conclusión. Uno de esos penaltis que se pueden pitar o no, manejando los mismos argumentos para explicar una cosa y la contraria. Lo curioso del asunto es que el portero combinó su recital bajo los palos con unas dudas en las salidas de las que ponen los pelos de punta.
Fue la noche de los contrasentidos y Simón no fue una excepción. Iñaki Williams otra vez como nueve, ese puesto en el que habíamos quedado que le va peor que en la banda, marcó los dos goles del partido. Los dos centrales se tuvieron que ir antes de tiempo y el Athletic acabó con Prados y Vesga en medio de la defensa y Aspiazu dirigiendo desde el banquillo porque Valverde también acabó expulsado. Lo dicho, un disparate que, afortunadamente, acabó bien.
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