El sitio del Athletic
Sin asimilar todavía el disgusto por la derrota ante el Getafe, Valverde se despachó en la sala de prensa de San Mamés un punto más ... allá de su habitual sinceridad cuando se sienta ante los micrófonos. Valoraba de esta manera la influencia negativa que puede estar teniendo la Champions League en el rendimiento general del equipo: «Estamos en una competición muy exigente, que genera mucha ilusión, pero esa no es nuestra competición. Nuestra competición es la Liga, sin ninguna discusión. La Champions nos quita energía de cara a los domingos».
El análisis del entrenador es irreprochable y ajustado a la realidad del Athletic, por muy cruda que pueda parecerle al sector de la afición que parece que se ha tomado la declaración como una renuncia o una rendición prematura del máximo responsable del equipo en estos tiempos de vacas flacas.
Volvemos a la vieja paradoja, al círculo vicioso de luchar en la Liga para alcanzar una competición europea, que se convierte en un lastre para volver a luchar en la Liga para alcanzar una competición europea que volverá a desgastar al equipo, y así hasta el infinito.
El fútbol actual está planteado para que los títulos los disputen una élite de apenas una docena de equipos, siendo muy generosos. Cualquier aficionado recitaría sin dificultad ni riesgo de equivocarse los nombres de los favoritos a ganar las cinco grandes competiciones domésticas y, por ende, los torneos continentales.
Y hasta dentro de ese reducido grupo de elegidos hay clases. Así el Real Madrid y el Barcelona, que hacen y deshacen a su antojo en la Liga, se quejan del abrumador poderío económico de los ingleses, mientras unos y otros acusan a terceros como el PSG de ser nada menos que equipos-estado, lo que solo viene a confirmar lo que nos dijo Max Ehermann hace un siglo: «Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado, pues siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú».
Aun a riesgo de volvernos vanos y amargados, como nos advertía el poeta americano, nunca viene mal echar un vistazo a lo que nos rodea para tratar de encontrar nuestro sitio, en este caso el del Athletic, en el concierto europeo, a pesar de que según por dónde sople el viento, tampoco faltan quienes discuten sobre cuál es su posición en la Liga.
Qué duda cabe, y eso también lo admitió Valverde, que la Champions League es una competición que despierta mucha ilusión en los aficionados, y entre los profesionales, claro, que se ven a sí mismos incluidos en la élite aunque la cosa no pase de ser una mera ilusión, un espejismo, porque una cosa es estar y otra muy distinta, competir.
Jaume Ponsarnau, el entrenador del Surne Bilbao Basket, dio en la diana hace una semanas cuando se refirió a la importancia que tiene para su equipo estar en la Europa Cup, porque significa participar «en una competición que puedes ganar». Lo otro es volver a aquel viejo eslogan que proclamaba que «lo importante es participar», que se repetía cuando los deportistas españoles regresaban de unos Juegos Olímpicos con una medalla de bronce como único botín.
El Athletic participó el año pasado en una competición que ha estado a punto de ganar en dos ocasiones a lo largo de su historia. Fue una fiesta que duró ocho meses, un derroche de ilusión y orgullo, que acabó de forma abrupta y muy dolorosa, sí, pero dejó el recuerdo de noches mágicas en San Mamés y la sensación de disfrutar de un equipo que puede hacer un gran papel cuando se mide a sus iguales en la competición internacional.
El Athletic está participando este curso en un campeonato que le reportará suculentos ingresos económicos y un costo deportivo que ya se está notando en el día a día del equipo. No se trata de tirar la toalla de antemano, ni de ponerse la venda antes de la herida, pero sí de tener los pies en el suelo y ponderar costos y beneficios.
La Champions da dinero a sus participantes, fama efímera a los figurantes y gloria solo a los pocos elegidos que llegan siempre a las últimas instancias de la competición. A cambio exige disponer del arsenal suficiente para estar a la altura sin sufrir daños que pueden llegar a ser irreparables al menor descuido. Es ocioso preguntarse si el Athletic cuenta con ese arsenal porque la respuesta es obvia para cualquier observador neutral.
Aunque la ilusión, vana o razonada, sea uno de los motores más potentes que mueven el fútbol, tampoco es cuestión de tragarse cualquier señuelo. Seguir el principio de realidad no implica renunciar a nada ni rendirse antes de empezar la pelea. Significa que a veces hay que elegir entre ser cola de león o cabeza de ratón.
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