Raúl García, un gran profesional
Nunca sobra en el vestuario alguien como el navarro, que ha dictado una lección de profesionalidad cada vez que ha vestido la camiseta rojiblanca
Juan Carlos Latxaga
Martes, 16 de abril 2024, 00:59
El anuncio de la despedida de Raúl García, aunque razonablemente previsible a la vista de su trayectoria en la presente temporada y de su ... edad, deja un cierto sentimiento de orfandad en el Athletic, la que provoca la pérdida de un referente en el campo y en el vestuario a lo largo de los últimos nueve años. En estos tiempos contar con un profesional de la talla del navarro es todo un lujo y aunque el vestuario del Athletic se distingue por su solidez y el comportamiento de sus miembros, que alcanza el rango de ejemplar a ojos de propios, y sobre todo de extraños que conocen otros sitios, nunca sobra alguien que como Raúl García ha dictado una lección de profesionalidad cada vez que ha vestido la camiseta rojiblanca.
No se llega por casualidad a ser el tercer futbolista con más partidos disputados en la máxima categoría, solo por detrás de Zubizarreta y Joaquín, dos mitos. Ocupar esa plaza en el podio debería otorgar al navarro como poco el derecho a recibir el mismo tratamiento. Cuatro años en Osasuna, donde se hizo futbolista, nueve en el Atlético de Madrid y otros nueve en el Athletic completan una trayectoria de 602 partidos en Primera División hasta la fecha, 811 si se les suman otras competiciones.
Un simple vistazo a la estadística nos descubre a un futbolista de rendimiento constante, que ha estado por encima de los cuarenta partidos por temporada en los tres equipos en los que ha militado. Un jugador respetado por las lesiones, porque la suerte ha jugado a su favor pero, también sin duda, porque ha tenido un comportamiento profesional cada día a lo largo de toda su carrera.
Raúl García es al fútbol lo que Somoza fue para Roosevelt; no hace falta repetir en su literalidad la célebre sentencia del presidente estadounidense. Hablamos del clásico futbolista insoportable para las aficiones rivales y adorado por la propia. Con esa fama llegó a Bilbao aquel último día de agosto de 2015. Vio que su etapa en el Atlético tocaba a su fin y entendió que en San Mamés tenía una buena opción para continuar con su carrera en la élite. No se equivocó, ni se equivocó el equipo que entonces dirigía Josu Urrutia al elegirle incluso contra la opinión pública rojiblanca.
El fútbol es así de voluble. La grada de San Mamés recibió con cierta distancia a Raúl García cuando saltó al césped de la catedral en el partido que enfrentaba al Athletic y al Getafe en la tercera jornada de aquella Liga 2015-16. Le despidió con una ovación cuando fue sustituido en el minuto 77. En ese lapso de tiempo marcó su primer gol como rojiblanco y dejó claro que iba a dejarse la piel para defender su nueva camiseta. Seguro que cuando llegue el momento de la despedida definitiva de la catedral, Raúl escuchará la ovación que San Mamés dedica a sus jugadores más apreciados.
Raúl García ha sido una pieza clave en un tiempo de transición. Repasar aquella alineación de su debut nos lleva a un pasado que se antoja lejano y casi olvidado. Con Valverde como entrenador, aquel día jugó con Iraizoz, De Marcos, San José, Etxeita, Lekue, Beñat, Gurpegui, Aketxe, Susaeta y Aduriz. Le sustituyó Eraso y también salieron desde el banquillo Ibai Gómez y Mikel Rico. Entonces todavía solo se podían hacer tres cambios y no había VAR.
Llegó como centrocampista, pasó a la media punta y se despide como delantero centro. El declive de Aduriz, con quien había conformado una sociedad muy rentable para el Athletic, obligó a explotar sus virtudes como atacante en solitario y no defraudó, confirmando ese olfato que le ha llevado a estar por encima de la decena de goles prácticamente a lo largo de sus veinte temporadas en Primera.
Pero Raúl García ha sido, sobre todo, el mejor ejemplo que han podido tener los jóvenes que se han ido incorporando al equipo durante este tiempo. Ha sido un profesional como la copa de un pino, un futbolista intachable que nunca ha dado qué hablar fuera del rectángulo, que siempre lo ha dado todo en el campo y que ha sabido liderar al equipo cuando así lo ha requerido el partido, con las dosis justas de veteranía, de energía y, por qué no decirlo, de ese fútbol fronterizo que tanto molesta a los extraños y agradecen los propios cuando hace falta.
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