Valverde podría colgar ese cartelito que se suele ver en las lonjas que están de obras. «Estamos trabajando para mejorar. Disculpen las molestias». Después de ... un año brillante en el que el equipo se desenvolvió con una solvencia extraordinaria, de grupo cohesionado que juega de memoria porque está convencido de lo que hace, hemos pasado a un arranque del presente curso en el que nos encontramos con un equipo en construcción, como si estuviera dirigido por un entrenador debutante al que le estaría faltando tiempo para ensamblar a nueve fichajes. Pero resulta que son los mismos, en el banquillo y sobre el césped, aunque, hasta la fecha no seamos capaces de reconocerlos por mucho que nos empeñemos.
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En el Lluis Companys las únicas buenas noticias volvieron a llegar desde la portería, como en el primer partido. Alex Padilla confirmó que el Athletic cuenta con un tercer portero de garantías, lo que no es poco. Lo malo es que a la plantilla, ahora mismo, le sigue faltando no ya un cuarto central, sino un tercero y, si me apuran, hasta un segundo. Las peores noticias también volvieron a llegar desde la zona defensiva, convertida en un pozo sin fondo. Por ese agujero se fueron dos puntos en San Mamés y se escurrió el partido ante el Barcelona más vulnerable de los últimos tiempos.
Todo tiene su explicación, claro. La pretemporada oficial ha sido tan irregular por diversos motivos que el Athletic sigue en su fase de preparación cuando ya se han disputado dos jornadas de competición. No es el único. Algunos lo tienen incluso peor. El Getafe vino a San Mamés con lo puesto y el único fichaje del Barcelona vio el partido desde la grada porque a pesar de estar convocado no pudo ser inscrito en la Liga. Los turistas, eso sí, se dedicaron a pitar a Nico Williams, aunque también se aburrieron pronto. Ante ese Barcelona en descomposición, lleno de canteranos, los grandes beneficiarios de la ruina institucional, el Athletic no fue capaz de despertar ni la mínima ilusión entre sus seguidores. Si hasta el descanso el espectáculo había sido pobre, el segundo tiempo de los de Valverde fue desolador; las únicas apuestas que cabía cruzar era sobre el minuto en el que el Barcelona acabaría marcando el gol del triunfo.
El Athletic que ha arrancado la temporada es un equipo irreconocible, con demasiados futbolistas, por no decir casi todos, bastante lejos no ya de su momento óptimo, sino de un estado de forma y juego presentable. Siguen siendo los que tantas alegrías nos dieron el año pasado, y aunque solo sea por inercia o porque algunos automatismos no se olvidan, el equipo es capaz de jugar a ratos con la coherencia exigible. Pero los partidos siguen durando noventa minutos, o más, y los momentos aceptables del Athletic no alcanzan para cerrar un marcador positivo.
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El Barcelona era un rival al alcance de un Athletic normal. Flick está teniendo incluso más problemas que Valverde para hacer un equipo porque además de no traerle refuerzos le quitan lo que tiene. Ha montado un grupo basado en la calidad de sus jugadores de ataque, pero con bastantes carencias atrás. Un rival con pegada de peso mosca como fue el Athletic de este sábado, le pudo incomodar y hasta marcar un gol con un penalti que es asombroso que requiriera de la intervención del VAR para señalarlo.
Deprimente
Ni siquiera ese gol que llegó al filo del descanso sirvió para que el Athletic creyera en sus posibilidades. El espectáculo de la segunda parte ya fue deprimente antes incluso de que el cansancio, previsible a estas alturas, hiciera mella en las piernas y en las cabezas de los leones. Aguantaron gracias a los palos y a Padilla. Pero con las dos bandas abiertas en canal y Lewandowski dibujando desmarques que no se permiten ni en juveniles, el desenlace estaba más que cantado.
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Perder en Barcelona es una mala costumbre del Athletic, así que no se trata de hacer un drama. Lo que importa de verdad ahora es que Valverde y sus chicos den por finalizado el verano y se metan en harina de competición antes de que el tiempo empiece a apremiar de verdad.
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