Cuando te falla todo o casi todo, cuando no puedes conseguir lo que te propones por una vía racional y ordenada, cuando no funciona lo ... que has planteado en la pizarra porque el rival te ha cogido el truco y se ha dedicado a anestesiarte, solo queda apelar a la épica, a ese punto de locura al que el Athletic tan bien sabe recurrir cuando no le queda otra y que de tantos aprietos le ha sacado. La Unión Deportiva Las Palmas había hecho un trabajo impecable, parando la primera embestida del Athletic, siempre tan temible, equilibrando el choque después, y llegando incluso en algunos momentos a ser superior y amenazar con un destrozo. Pero los canarios no contaron con el último argumento del Athletic, ese gen competitivo que le impide aceptar los contratiempos de buen grado. Esa fue su perdición. García Pimienta, que con tanto esmero había diseñado un plan para anular las fortalezas que emplea Valverde, no vio venir a un chaval recién salido del banquillo. Unai Gómez saltó al campo dispuesto a comerse el mundo, galvanizó a una grada que creyó que el milagro todavía era posible y terminó erigiéndose en el salvador del Athletic en el último suspiro.
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Toda la exuberancia futbolística que desplegó el Athletic el pasado sábado se convirtió anoche en un erial. Como si las ideas y la imaginación se hubieran agotado contra el Atlético, los rojiblancos, que para colmo volvieron a fallar desde los once metros, dieron la impresión de que nunca supieron qué hacer para superar a un rival muy bien armado. Contra el Atlético no importó demasiado fallar un penalti porque el error de Sancet solo fue una pequeña gota en el caudal de ocasiones que generó el equipo. Anoche la mala ejecución de Guruzeta fue como una piedra colgada del cuello cuando debió ser la tabla de salvación de un equipo náufrago en medio de una marea amarilla.
García Pimienta demostró que tenía muy bien estudiado al Athletic. Acumuló gente en el centro del campo para disputar prácticamente todos los balones en superioridad y le asignó a Sancet un marcaje especial para cortocircuitar el juego de ataque rojiblanco, de por sí atascado porque ni Herrera ni Prados consiguieron nunca imponer el ritmo ni la continuidad imprescindibles para superar a un rival muy ordenado y seguro de sí mismo. El trabajo por delante de su defensa del joven argentino Perrone, cedido por el City, fue una de las razones del atasco que padeció el Athletic durante todo el partido.
Cómo estaría la cosa que Valverde movió el banquillo antes que de costumbre. Y por una vez los cambios surtieron el efecto deseado. Unai Gómez suplió con energía la falta de inspiración de Sancet y Berenguer fue más incisivo en la banda que un Guruzeta posiblemente tocado por su fallo en el penalti. La solución llegó desde el banquillo. Unai Gómez, el héroe inesperado, ya había protagonizado un par de arrancadas de pura raza, rabiosas, como si fuera el único que entendiera que un partido como el de anoche solo se puede ganar a la tremenda. Así llegó su gol, en una arrancada desde campo propio resuelta a la heroica, cabeceando en plancha un rechace sobre la bocina.
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El equipo que más goles ha marcado en su campo estuvo a punto de irse de vacío después de 90 minutos en los que, salvo en el tramo final, cuando llegaron los refuerzos desde el banquillo, había estado anestesiado por un rival que desplegó un buen surtido de argumentos futbolísticos. No podía ser que este Athletic no lograra mover el marcador ni un sola vez, y no fue gracias a un chico de Bermeo que acaba de llegar al equipo para garantizar la dosis de casta que el Athletic utiliza tan bien cuando ha agotado discursos más ortodoxos.
El golazo de Nico Williams contra el Atlético fue un alarde de estética; el de Unai Gómez de anoche fue un monumento a la historia del Athletic, el mejor homenaje a una raza de futbolistas que está en peligro de extinción. En este fútbol donde el impera el cálculo y la estrategia meditada, se agradece ese punto de locura, de arremangarse y lanzarse al asalto, con el cuchillo entre los dientes, como hacían los que forjaron la leyenda de este equipo.
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