Este Athletic no tiene cuerpo para derbis
Pocos argumentos podrán presentar los rojiblancos para una derrota que no hace más que dar continuidad a su pésima racha de resultados
El desenlace del derbi, con el marcador apretado y el gol definitivo en el tiempo añadido, podría sugerir otra cosa, pero lo cierto es que ... el Athletic vivió de prestado prácticamente durante toda la tarde en Anoeta. Digamos que salvo el primer cuarto de hora, en el que hizo valer su presión adelantada sobre una Real un tanto obnubilada por su habitual hipermotivación en este choque, el partido fue siempre de los jugadores de Sergio Francisco. Pocos argumentos podrán presentar los rojiblancos para una derrota que no hace más que dar continuidad a su pésima racha de resultados, consecuencia lógica de sus pobres prestaciones sobre el césped.
Noviembre empieza como terminó octubre y como transcurrió septiembre, con un Athletic gris, ensimismado en sus propios errores, que acaban siendo fatales casi siempre. Cuando no es uno, es otro, si no se lesiona el de más allá. El mero relato de los cuatro goles que encajó Simón, aunque uno fuera invalidado, descubre un equipo que más que jugar al fútbol, fue caminando en el alambre hasta que se dio el bofetón.
Brais abrió el marcador al segundo intento recogiendo un centro de Barrenetxea, lesionado, que volvió al campo solo para prestar ese último servicio antes de retirarse definitivamente. Guedes se fue con una facilidad pasmosa de un lentísimo Laporte en el segundo. Gorrotxategi fusiló a placer a la salida de un saque de esquina en el minuto 91, en una jugada en la que la Real sacó partido de un remate defectuoso, porque la defensa rojiblanca no se empleó con la contundencia exigible a esas alturas y en esa jugada.
Ni la vida extra que le concedió el VAR anulando un gol precedido de una palomita impropia de un portero tan sobrio como Simón le sirvió al Athletic para tomar las riendas del partido. Es verdad que llegó a empatar porque Rego y Navarro anduvieron más listos que los defensas, pero ni siquiera entonces se pudo ver a un Athletic convencido, dispuesto a sacar partido del golpe anímico que acababa de propinar al rival.
Este Athletic no tiene el cuerpo para derbis. Es ingenuo suponer que un equipo que es incapaz de imponerse en su propio campo a rivales del fondo de la tabla pueda aspirar a ganar en Anoeta. Si llegó vivo hasta el descuento fue porque esta Real tampoco está para muchos trotes. Que este Athletic en sus horas más bajas estuviera a punto de llevarse el empate es buena prueba de ello.
Los donostiarras se acabaron imponiendo, sobre todo, porque ellos, al margen de los problemas que tengan, sí tenían el cuerpo para el derbi, siempre lo tienen, sobre todo cuando juegan en su casa. Los de Sergio Francisco estuvieron siempre más intensos y más ambiciosos. Fueron todos futbolistas de pierna fuerte que ganaban prácticamente todos los duelos, dentro o fuera del reglamento, pero eso solo lo dice el árbitro. No les hizo mella que el Athletic les empatara al filo del descanso, cuatro minutos después de abrir el marcador en su segundo remate a puerta. Al contrario, marcaron en el primer minuto de la continuación, aprovechando que los rojiblancos volvieron al campo con una falta de tensión impropia de un partido de alto voltaje.
La música que se escucha en el Athletic empieza a ser repetitiva en su monotonía. Ayer Nico no salió de inicio porque Valverde consideró que sigue muy justo. Tampoco hay que tener mucho ojo clínico para comprobarlo; bastó con observarle en el rato en el que estuvo en el campo. Sancet empezó más pinturero que en sus últimas actuaciones, pero también se le acabaron muy pronto las pilas. Navarro estuvo ausente, aunque hiciera acto de presencia para establecer el segundo empate. Guruzeta había materializado el primero, pero lo que pudo ser un motivo de alegría, quedó como mera anécdota.
No es noticia que el juego del Athletic no tenga fluidez. Lo estamos viendo dos meses. Lo que eleva el nivel de alarma es que la defensa empieza a flojear hasta extremos preocupantes, el centro del campo se ve desbordado partido tras partido y los errores no forzados, que dicen en el tenis, siguen impidiendo un mínimo de coherencia en el fútbol del equipo. Si la Real se zafó de la presión de los primeros minutos fue porque el Athletic le regaló el balón en una interminable sucesión de pases fallidos y controles impropios de futbolistas que, no hace tanto, han acreditado otro nivel.
Ruud Gullit dijo una vez que un equipo es como un buen reloj; si pierde alguna pieza sigue siendo bonito pero ya no funciona igual. El Athletic tiene ahora mismo unas cuantas piezas desparramadas sobre la mesa y el relojero no acierta a ensamblar el mecanismo.
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