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Entre 1982 y 1984 el vértigo se apoderó de una afición que cabalgó en una montaña rusa de emociones: se sucedieron el estallido inesperado de ... la Liga ganada en Las Palmas, las inundaciones que asolaron la ciudad y el territorio, una nueva Liga, no por más esperada menos sufrida y, finalmente, una Copa que hemos recordado, añorado y deseado cuatro largas décadas, toda una vida, hasta que, ¡por fin! pudimos volver a abrazarla una madrugada de Sevilla.
El 1 de mayo de 1983 y el 29 de abril de 1984 son dos fechas subrayadas en rojo en el calendario del Athletic. Mayo nos trajo la Liga en Las Palmas, en un abril de hace cuarenta años celebramos el octavo título de la regularidad en San Mamés.
El Athletic campeón del curso anterior tuvo un arranque un tanto dubitativo y accidentado en la temporada 1983-84. Dani había sufrido una grave lesión en el Teresa Herrera en agosto, que le dejó fuera prácticamente toda la temporada. Bilbao seguía en shock por las recientes inundaciones y hubo que aplazar el primer partido del curso contra el Cádiz en San Mamés.
Tras ganar al Zaragoza y al Salamanca, la cuarta jornada se torcieron las cosas. La visita al Camp Nou se saldó con la ya histórica lesión de Maradona y un 4-0. Pero aquel partido no terminó en el minuto 90. Tuvo una larga serie de consecuencias que afectaron al ánimo de todo el equipo, lo que se tradujo en un una sola victoria en las siguientes cinco jornadas.
Un extraordinario Liverpool eliminó a los leones de la Copa de Europa después de aquella goleada en la primera ronda al Lech Poznan polaco la misma noche en la que se conoció la sanción a Goikoetxea: 18 partidos que después de dos recursos quedaron en siete.
El Athletic consiguió alcanzar su velocidad de crucero y para cuando llegó la primavera la Liga ya era cosa de los tres equipos históricos. Todo se decidiría en abril y si el mes fue de vértigo, su última semana acabó convertida en la más exigente prueba de esfuerzo para los corazones rojiblancos.
La serie empezó con la visita a San Mamés del Real Madrid. Estaba en juego la pole position para afrontar el sprint final. Se adelantaron los blancos con un gol de Stielike, pero empató pronto Goikoetxea. A partir de ahí el asedio del Athletic fue constante ante un rival que daba por bueno el empate. Un envío largo de Goiko, casi a la desesperada, desde la altura del banquillo local, provocó una falta de entendimiento entre el portero Miguel Ángel y el central Bonet, que dejó el balón en los pies de un Dani que volvía después de su grave lesión, justo a tiempo para marcar un gol decisivo. Era el minuto 83 y el Athletic dependía de sí mismo.
Una nueva derrota en el campo del Betis y una victoria por la mínima ante el Málaga en la catedral dieron paso a una semana inolvidable. Arrancó con el partido de vuelta de la semifinal de Copa ante el Real Madrid. El Athletic había ganado en el Bernabéu, 0-1, pero un gol de Pineda al filo del descanso igualó la eliminatoria. San José fue expulsado por arrojar contra la grada un objeto lanzado antes al césped, pero el Real Madrid resistió el asedio del Athletic hasta más allá de la prórroga sobre un césped cada vez más pesado. Núñez marcó el quinto lanzamiento desde los once metros. Ya era la madrugada del Jueves Santo cuando un San Mamés exhausto celebraba el paso a una nueva final.
Cuatro días después, el Domingo de Resurrección, el Athletic se jugaba todas sus opciones ligueras en Valencia. Los de Clemente jugaron 'en casa', con unas gradas abarrotadas de seguidores rojiblancos. Gallego, lesionado en el partido de Copa, no se desplazó, y la fiebre atacó a Núñez y a De Andrés en la concentración de El Saler, así que Juanjo Elgezabal tuvo que viajar en taxi desde Bilbao el mismo sábado para completar la convocatoria.
La Liga quedó vista para sentencia en trece minutos vertiginosos. Al borde del agotamiento tras el esfuerzo copero, Dani abrió el marcador después de 77 minutos de dominio y ocasiones falladas. Empató García Pitarch tres minutos después. Quedaban diez para el final y el Athletic se lanzó con todo dejando a Zubizarreta en el círculo central a modo de defensa libre, con los dos centrales instalados definitivamente en el área del Valencia. En el minuto 85 Dani centró desde la izquierda para que Noriega marcara el gol que daba más de media Liga.
Relataba Patxo Unzueta en su libro 'A mí el pelotón' que los jesuitas Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino se refugiaban a la misma hora del partido en el campanario de la catedral de El Salvador en medio del tiroteo del ejército contra la multitud que había acudido al funeral por el asesinado arzobispo Oscar Arnulfo Romero. Ellacuría, con un pequeño transistor pegado al oído en el que sintonizaba Radio Exterior, exclamó en medio de la balacera: «No está todo perdido; acaba de marcar Noriega» a lo que Sobrino replicó: «Ya te lo decía yo; Dios nunca abandona a sus criaturas».
Nunca tampoco se ha escuchado un silencio tan estremecedor como el de San Mamés cuando en el minuto 68 de aquel último partido de Liga, Uralde marcó el gol que igualaba el inicial de Liceranzu. Un centro pasado de Larrañaga parecía destinado a perderse por la línea de fondo cuando apareció el delantero a un metro del poste para cabecear el balón a la red. Fue un gol tan inesperado, tan extemporáneo, que el juez de línea, incrédulo como todo el campo, apenas se atrevió a caminar un par de pasos hacía la línea divisoria mientras que el árbitro, Merino González, se acercaba a la banda para corroborar que, efectivamente, había ocurrido lo que nadie imaginaba que pudiera ocurrir. «Si llego a sacar rápido de puerta, no dan el gol», suele recordar Zubizarreta.
El Dios al que se refería Jon Sobrino en aquel campanario de El Salvador también debió de estar aquella tarde en San Mamés. Nueve minutos después, Liceranzu cabeceó a la red un saque de esquina botado por Argote. Era el gol 3.000 en la historia del Athletic, el que daba la octava Liga. Seis días más tarde, llegaría la apoteosis de la Copa, la del quinto doblete rojiblanco.
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