Sufrir, sufrir y volver a sufrir
Reconozco que no vi el 2-3, porque consideré que lo que restaba de partido podía ser muy perjudicial para mi salud, y el gol de Sorloth me hubiera enviado camino de la UVI móvil
Cuando Iñigo Ruiz de Galarreta enchufó su gol por la escuadra en el minuto 2, empecé a ponerme nervioso. Era demasiado pronto. En el momento ... en el que Nico Williams culminó la jugada que él mismo había elaborado con Sancet, comenzaron las palpitaciones, quedaba mucho todavía. Al constatar que la media vuelta que se dio Iñaki Williams para enfilar a la portería y disparar donde no llegaba el portero, había servido para poner el 0-3 en el marcador, y quedaba todavía un cuarto de hora para que terminara la primera parte, busqué en Google la ubicación del desfibrilador más cercano a mi domicilio y lamenté no tener a mano una pastilla de nitroglicerina para poder metérmela debajo de la lengua. Sufrir, sufrir y volver a sufrir. Con cada gol.
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Por supuesto, el resto del partido lo vi con los ojos entrecerrados, tapándomelos a veces, como si estuvieran poniendo por televisión una película de terror, y silenciando el volumen del aparato, como el avestruz que entierra la cabeza en un agujero cuando barrunta el peligro, como si no ver y no oír desactivara la situación.
Y es que partidos como el de La Cerámica los he visto muchas veces. Recuerdo como si fuera este domingo, otro resultado idéntico al descanso, 0-3, en Montjuic frente al Espanyol, y el 3-3 final en el marcador, o aquel bochorno de Albacete, con 0-5 a favor en el minuto 60, y un 4-5 final, pasando apuros. Por cierto, aquella tarde, Ernesto Valverde marcó un gol.
Podría decir que los más veteranos seguidores del Athletic están curados de espanto, pero es todo lo contrario. No se fían hasta el último instante, cuando el marcador es lo suficientemente claro, el rival juega con diez y el árbitro da tres minutos de descuento. Hasta el último minuto de alargue no hay tranquilidad. Es lo que tiene ser del Athletic. En otros equipos, llegar al minuto 85 con tres goles de diferencia es garantía de sosiego porque saben sus seguidores que ni a mordiscos va a llegar el rival hasta su portería. Incluso con un resultado ajustado pasa con algunos entrenadores y en otros clubes, pero no en el nuestro.
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Seguía inquieto en el 85, y se me aparecieron todos los fantasmas cuando Gerard Moreno puso el 1-3. Reconozco que no vi el 2-3, porque consideré que lo que restaba de partido podía ser muy perjudicial para mi salud, y el gol de Sorloth me hubiera enviado camino de la UVI móvil. En San Mamés es distinto, porque se crea una atmósfera diferente, y ver el partido desde la grada o la tribuna de prensa, rodeado de gente del mismo bando, no es igual que hacerlo delante del plasma en el salón de casa.
Así que disfruto ahora por el resultado final, por los tres puntos importantísimos frente a un rival que crecerá y se pondrá a la altura que le corresponde; celebro también el quinto puesto de la clasificación que reafirma a un equipo cada vez más sólido, pero confieso que prefiero una buena remontada antes que un 0-3 en el descanso. Que marque el rival me tranquiliza, me permite ver las cosas con perspectiva, e incluso con optimismo. Como aquella vez, en la redacción de mi periódico de entonces, una tarde de domingo. Veíamos el partido frente al Málaga, que se había puesto 3-1 después de que se adelantara Rafa Alkorta, cundía el pesimismo entre mis compañeros cuando Catanha marcó el tercero de los malaguistas, pero un servidor, en un alarde de valentía, o tal vez de clarividencia, con el ánimo totalmente sereno y en plenitud de mis facultades mentales, dije en voz alta: «Este partido va a terminar 3-4». Cuando después de varias chuflas, tres ocasiones claras de Catanha para sentenciar, y dos goles de Mari Lacruz, apareció Joseba Etxeberria, con el descuento ya cumplido, para marcar un gol inverosímil, casi me sacan a hombros.
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Eso sí que es alegría, y no el sufrimiento de un 0-3 a favor en el minuto 84, cuando los jugadores del Athletic, vestidos de un color azul que les sienta muy bien y con unas medias preciosas, parecían dominar la situación y se pasaban la pelota de aquí para allá sin respuesta del Villarreal. Bueno, es el Athletic. Lo que pasó después fue una pesadilla, pero despertamos y comprobamos que lo real era el 2-3.
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