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Peor es pillarse los dedos con la puerta, se podría decir después de presenciar el partido que perpetraron la Real Sociedad y el Athletic en ... Anoeta, o que un coche golpee el tuyo cuando está bien aparcado y te deje un bollo enorme para escapar después sin dejar una mísera notita con los datos de su seguro. Peor es, también, que te roben la cartera en una aglomeración y tener que renovar los carnés y desactivar las tarjetas de crédito.
Hay muchas cosas peores que el derbi de Anoeta. «Y te lo querías perder», le decía en broma un aficionado a otro mientras desalojaba las gradas. Y eso que los que llegaron desde Bilbao se iban felices al menos con el resultado, y se animaron a gritar «Sí, se puede», acordándose de que el jueves les hará falta un milagro a Valverde y sus futbolistas para poder remontar a un rival que se transforma en Europa, y quién sabe si también al árbitro que la UEFA tenga a bien adjudicar para Old Trafford, que los vecinos a quienes ayer visitó el Athletic, ya saben cómo se las gastan en esas cuestiones.
Si no fuera porque el Athletic recurrió a su unidad B, y quienes habían jugado el jueves lo hicieron al ralentí, el fútbol que presenciaron los 35.000 espectadores que acudieron a Anoeta merecería una denuncia ante la Oficina de Consumidor por un presunto intento de estafa. Porque, bueno, los rojiblancos tienen cierta disculpa después del desgaste europeo y la pesadumbre que dejó una derrota tan dolorosa, pero es que la Real Sociedad, que se jugaba estar el año que viene en competiciones continentales, jugó un partido espantoso.
Tal vez la noticia de que Imanol Alguacil se desligará del equipo a finales de temporada ha influido en el ambiente que se respira en San Sebastián, pero hay que decir que esta no es nuestra Real, que nos la han cambiado. Ni siquiera el público de Anoeta parecía el mismo que en otros derbis. Recibir de uñas al Athletic es una tradición, pitar cada vez que los jugadores rojiblancos tocan el balón, casi una obligación, pero es que esta vez las uñas estaban cortadas y la afición realista parecía estar comiendo polvorones cuando intentaba silbar.
Pero los aficionados no juegan, así que lo que sucedió en el césped hay que atribuírselo en exclusiva a quienes jugaron el partido y que completaron uno de los mayores truños de la temporada. Hasta el punto de que la operadora que lo transmitió, que durante el directo lógicamente no podía hacer nada, tendría que pensarse seriamente la posibilidad de advertir en su plataforma, a quienes quieran ver el partido en diferido, lo que están a punto de hacer. Una nota como la de los paquetes de tabaco, apuntando que ese partido puede perjudicar seriamente la salud de los espectadores, o en plan retro, poniendo dos rombos en una esquina de la pantalla, que en tiempos en los que quien escribe estas líneas era un infante, era la señal para que nuestros aitas y nuestras amas nos mandaran a la cama.
Para un servidor, que el sábado tuvo que acudir a Mendizorroza para presenciar un horroroso Alavés-Atlético, ha sido, probablemente, el peor fin de semana de la temporada. Rojiblancos de visitantes y blanquiazules de locales, cero goles en 180 minutos, cinco disparos a puerta entre cuatro equipos. No hay nada más que decir.
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