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Dicen que es una leyenda urbana, pero después de haber conocido al personaje al que se le atribuye, no descartaría que sean verdad esas palabras que Alfredo Di Stéfano, genio y figura en el campo y luego en el banquillo, le dijo, supuestamente, a uno ... de los porteros a los que dirigía cuando se convirtió en entrenador: «No le voy a pedir que pare las que van dentro, pero no se meta las que van fuera».
Atravesando el tiempo y el espacio, eso mismo le podría haber dicho Ernesto Valverde a Nico Williams, que después de innumerables tardes y noches excelentes, en Estambul, miren por dónde, completó un partido atroz y no hubiera conseguido regatear ni a Florinda Chico, que tal vez los 'milennials' no lo saben, pero era una actriz española, con mucha gracia, pero poca cintura, debido a su altura y a su peso.
No fue el día de Nico, ni el de sus compañeros, digámoslo también, pero el pequeño de la familia se hinchó a perder balones que se convertían en contragolpes peligrosísimos para el rival. En uno de ellos llegó el segundo gol del Besiktas. Tal vez no era el partido para los caños, porque los turcos jugaban con sotana, ni para los intentos de desborde con la espalda sin cubrir, porque Yuri casi nunca andaba por ahí, así que jugadores como Rafa Silva, que parecía haber exprimido sus mejores años en el Benfica, se convirtió en el Correcaminos, enfilando hacia la portería de Agirrezabala, que salvó al equipo –como Unai Núñez antes–, de una goleada de escándalo.
Ya sé que es algo injusto personalizar en un futbolista como Nico, que lo da todo en cada partido, y que se sacrifica en defensa como el que más pese a su condición de estrella, pero lo es, y esa será una servidumbre, dentro de los privilegios que tendrá, que le acompañará toda su carrera deportiva. Solo es un ejemplo, Nico, del despropósito de partido que jugó el peor Athletic de la temporada. Menos mal que llegó en una jornada casi intrascendente, salvo debacle dentro de dos semanas en San Mames. El Besiktas fue más intenso, y cuando en esa batalla pierde el Athletic, las consecuencias suelen ser negativas.
Fue Nico, claro, pero también De Marcos que nos puso los pelos de punta en la primera parte, o Prados y Jauregizar, dos bollycaos que se comieron los centrocampistas turcos, que se llevaron hasta el envoltorio; o Berenguer y Guruzeta, que aparecieron en la alineación, pero poco por el campo. O Unai Gómez, a pesar de su gol, perdido como si fuera la primera vez sobre un campo de medidas reglamentarias.
Leo comentarios por ahí, muchos de ellos cabreados, pero hay un sentimiento común, el de que se debe olvidar el partido con el Besiktas cuanto antes. Y yo pienso todo lo contrario. Hay que recordarlo. Bien haría Ernesto Valverde, que también tendrá lo suyo en la derrota, en recortar las crónicas de los periódicos, y pincharlas con una chincheta en la pared del vestuario de Lezama, para que los futbolistas las vean cada día y rabien leyendo cosas que no les gusta leer, y que se conjuren para dar en los morros a los periodistas de pluma envenenada como el que suscribe, si hace falta. Cómo nos gustaría a todos que los jugadores del Athletic pudieran repetir los cánticos a los reporteros, también envenenados, que lanzaron desde la Gabarra cuando el barco de la prensa se acercó a su costado. A ninguno de quienes íbamos allí nos importó. Es más, daríamos cualquier cosa porque se repitan.
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