Valverde, una obra personal
Como es costumbre, allá por el mes de enero se le preguntó a Ernesto Valverde por su renovación. El técnico rojiblanco sonrió, como si llevara ... días esperando ese interrogante que tenía ya algo de cita ineludible, estacional, como la de las hojas cayendo de los árboles en otoño. Por supuesto, no contestó nada. Aplazó la respuesta, restándole importancia, y puso el foco en el equipo y en los objetivos pendientes. Estos eran tan ilusionantes que el tema de su renovación quedó aparcado, fuera de la agenda informativa, hasta que volvió a aparecer más o menos a principios de este mes.
Como sucedió la pasada temporada, ya no se trataba de saber si el técnico iba a firmar un nuevo contrato –esa incógnita no existía– sino cuándo iba a anunciarlo. En 2024 lo hizo dos meses después que en 2023. Del 17 de febrero, cumplida la jornada 21, pasó al 17 de mayo, en la jornada 36. Esta vez será todavía más tarde, antes del último partido o puede que la semana que viene, ya con la campaña terminada y despedido Óscar de Marcos como se merece.
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Qué quieren que les diga: a mí este retraso cada vez mayor del anuncio del nuevo contrato de Txingurri me parece el mejor ejemplo de su éxito. Significa que su renovación se produce ya como si fuera un proceso lógico de decantación natural. Es algo que en el fútbol ocurre pocas veces y siempre de la misma manera: cuando el equipo es una obra personal del entrenador. A estas alturas, casi nadie discute que este Athletic es una construcción de Valverde. Pongo el adverbio de modo preventivo porque, hoy por hoy, es obligado. Y es que siempre hay alguien capaz de negar lo evidente. En Estados Unidos, sin ir más lejos, hay cincuenta millones de terraplanistas y un responsable de Salud del Gobierno que asegura que las estelas de los aviones son sustancias químicas esparcidas para controlar las mentes de los ciudadanos, esterilizarlos o alterar el clima. Vamos, que como soltó Rafael Ortega, El Gallo, cuando le presentaron a Ortega y Gasset y le dijeron que era un filósofo, «hay gente 'pa to'».
Txingurri ha ido modelando este equipo desde su llegada en 2022 para su tercera etapa en el club. Tras una primera temporada que podríamos calificar de experimental, con una irregularidad enquistada –14 victorias y 15 derrotas–, el pasado curso se produjo la metamorfosis y el despegue. La plantilla tenía los conceptos más asimilados y las piezas fueron encajando mucho mejor. La llegada de Ruiz de Galarreta dio otro aire al equipo, también acabó apareciendo Beñat Prados y Guruzeta firmó una campaña sobresaliente, por encima de todas las expectativas. El caso es que el equipo creció y creció hasta acabar quedando quinto y sacando la gabarra cuarenta años después con el título de Copa.
Txingurri tiene todas las razones para sentirse orgulloso de sus futbolistas
La alegría inmensa de esta conquista terminó de fortalecer al Athletic. Suele ocurrir. De la misma manera que los grandes triunfos te elevan, las grandes derrotas te pueden hundir. Lo vimos en 2012. El de Bielsa también fue un equipo de autor, una obra inolvidable, pero duró poco porque no superó el trauma de las finales perdidas. Trece años después, en cambio, este Athletic se ha sentido siempre campeón y esto significa sentirse fuerte, unido, seguro de sí mismo. Sólo así se explican sus números, que han sorprendido hasta a los más optimistas. De hecho, me apuesto mis posesiones en la Riviera francesa a que ni siquiera Valverde pensó en algún momento que jugando en Europa –y todavía menos llegando hasta las semifinales– su equipo iba a ser cuarto con 70 puntos, que podrían ser incluso 73, es decir, dos o cinco más que el curso pasado en el que no sufrió el desgaste europeo.
Txingurri, en fin, tienen todas las razones para sentirse agradecido a sus futbolistas y orgulloso del trabajo que ha hecho con ellos. Viéndoles el domingo en Mestalla, presionando al Valencia con una voracidad de una jauría de perros que llevaran días sin comer, debió sentirse como un capitán que constata el heroismo de los soldados a los que ha instruido. Valverde lleva muchos años en el fútbol, pero quizá no haya sentido nunca una satisfacción tan grande como la que le están dando estos jugadores. Su conexión es total y bien que se nota. Hace un par de semanas le preguntaron a Vivián por la renovación del entrenador y dijo que era un tema del que ni siquiera hablaban en el vestuario, ya que daban por segura su continuidad. Oyéndole, venía a decir que este equipo tal y como es no se entendía sin Valverde. Y no le faltaba razón.
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