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Fue una rueda de prensa larga y de mucha enjundia en la que, como suele decirse en el argot taurino, Jon Uriarte cogió el toro ... por los cuernos. Y lo hizo a golpe de sentido común, sin medias tintas y llamando a las cosas por su nombre. De hecho, ni siquiera quiso rebajar la gravedad del problema. «Una lacra», llegó a calificarlo, que a su juicio sólo puede solucionarse con firmeza. «Si miramos para otro lado no vamos a acabar con ella», aseguró. Sólo con estas palabras edificantes por su valentía y que ayer mismo aplaudió una inmensa mayoría de los socios del Athletic hubiera sido suficiente. En el fondo, ya estaba dicho de todo.
Ahora bien, como uno no convoca a los periodistas a una rueda de prensa monográfica para hacer una exhibición de parquedad sino para explayarse un poco, la comparecencia del presidente, acompañado del director general, Jon Berasategi, y de la directiva responsable del Área Social, Johana Ruiz-Olabuenaga, se prolongó durante casi hora y media. Y la verdad es que mereció la pena. Uriarte arrancó tirando de una de esas ironías sutiles que, al principio de un discurso, suenan como un pequeño latigazo. Recordó que los de la ICHH -ya se les cita por las siglas- aseguraron que hicieron la huelga de silencio en San Mamés para que les hicieran caso. «Vamos, que lo importante no es el equipo sino que te hagan caso», exclamó, con una media sonrisa.
Tras ello, el presidente mostró lo que podríamos llamar sus tablas de la ley en el caso de la Herri Harmaila. Fueron seis mandamientos que pusieron el debate en su sitio, que en cierto modo no es otro que el de la obviedad. 1. El respeto como principio fundamental. 2. La Herri Harmaila es del Athletic, no de ningún grupo. 3. La grada de animación está para animar. 4. Ninguna queja justifica abandonar al equipo. 5. El interés del Athletic está por encima de todo. Y 6. La puerta del club está abierta al diálogo.
Al escucharle esta serie de sentencias tan sensatas, justas, cabales y razonables, algunas pura tautología, fue inevitable preguntarse por los que no están de acuerdo con ellas, es decir, por quienes han creado esta situación. Un retrato muy ajustado de este grupo podría hacerse enunciando los mandamientos de Uriarte a la inversa, desde su negación. Son los que no consideran el respeto un principio fundamental, los que piensan que la Herri Harmaila no es del club sino de quienes la componen, los que creen que la grada de animación no sólo está para animar al equipo sino para servir de altavoz a sus reivindicaciones políticas, los que consideran que hay quejas que justifican abandonar al equipo y los que defienden que el interés del Athletic no está por encima de todo. Respecto al diálogo, sus puertas tampoco es que estén del todo abiertas. Con la Ertzaintza no hablan y con el club quieren hacerlo en solitario.
Uriarte, Berasategi y Ruiz-Olabuenaga retrataron al grupo haciendo tierra quemada de su victimismo. Para empezar negaron la represión que denuncian por parte de los servicios de seguridad y de la Ertzaintza. Desgranaron un buen surtido de daños a la imagen del club en forma de multas (49.000 euros la pasada temporada), coacciones en las propias gradas, altercados en las identificaciones a algunos de sus miembros... También criticaron con dureza «los insultos inaceptables» dirigidos en las redes sociales a algunos jugadores, y aportaron algunos datos interesantes. Por ejemplo, que en una encuesta de 2024 el 82,7% de los 7.963 socios consultados se manifestó en contra de que la grada de animación pueda usarse como tribuna de cánticos políticos. O que la Iñigo Cabacas Herri Harmaila tiene alrededor de cuatrocientos miembros pero sólo unos sesenta acuden a San Mamés. Sesenta entre 53.000, exclamó Uriarte, y seguramente se quedó con ganas de contar alguno de aquellos viejos chistes de la hormiga y el elefante. Y es que el porcentaje se las trae. Como uno no se resiste a ciertas cosas y está para servir, se lo ofrezco: un 0,0011%.
El presidente, que anunció una reunión con la ICHH la próxima semana, se mostró optimista sobre la resolución de esta crisis institucional. Ojalá tenga razón y todo se reconduzca, de manera que la Herri Harmaila vuelva a cumplir de la mejor manera posible el objeto social para el que fue creada: ser el epicentro de la animación en San Mamés. Ahora bien, Jon Uriarte basó su optimismo en «el sentido común» y, al oírle, a algunos se nos subió el escepticismo como a Juan Luis Guerra se le subía la bilirrubina. Nos bastó con recordar la cantidad de causas que en este país han tenido que defenderse por puro sentido común, causas tan sensatas, justas, cabales y razonables -o más- que las que se incluyen en esos seis mandamientos antes citados. Y a todos aquellos que no las defendieron. O peor: que las atacaron.
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