La comparecencia de Mikel González y Sergio Navarro para hacer balance del trabajo en Lezama durante la temporada 2023-24 cumplió todas las previsiones. Al ... igual que el año pasado, el director de fútbol del Athletic y el director de la cantera hicieron un abrumador despliegue de cifras, estadísticas y porcentajes imposibles de valorar. Y no lo digo porque este tipo de presentaciones estén trufadas hoy en día de una prosa vacía y anestesiante. Un par de ejemplos de esto que digo. «Lograr que el 60% de los entrenadores inicien un proceso de desarrollo profesional y establezcan objetivos». ¿Qué significa eso? Y en todo caso, ¿por qué un 60%? ¿El 40% restante no va a iniciar un desarrollo personal ni a establecer objetivos? Otro ejemplo. Se van a hacer «pruebas físicas de carácter más holístico e integrador». ¿Cómo vamos a valorar la pertinencia o impertinencia del holismo si hasta tenemos que ir al diccionario para conocer su significado exacto?
No. Las dificultades de valoración a las que me refería tienen que ver con el equívoco que se produce cuando se nos dan cifras y porcentajes que debemos creer con un ejercicio de fe, pero que luego no podemos interpretarlos porque no podemos compararlos con otros. Dos nuevos ejemplos. Se asegura que el Athletic ha hecho 2.800 intervenciones en Euskal Herria. Y que los captadores de talento han hecho 400 filtrados de jugadores entre categoría alevín y juvenil. Parecen muchos, la verdad, pero realmente no sabemos si lo son. ¿Cuántos filtrados e intervenciones han hecho la Real, el Madrid, el Barça o el Villarreal?
Sea como fuere, seamos bien pensados y creyentes. Confiemos en el trabajo de Mikel González y sus colaboradores en Lezama. Más allá de su adanismo recurrente y de su optimismo mineral, son gente muy aplicada. Por otro lado, hay algo en el director de fútbol que a mí al menos me tranquiliza. Intuyo en él una verdadera pasión por la acumulación de nombres, cifras y tantos por ciento, una obsesión vital que me recuerda a la de aquel personaje de Paul Auster que acumulaba miles y miles de listines de teléfono de todo el mundo, año tras año, para su monumental Oficina de la Preservación Histórica. Si hay alguien capaz de descubrir que un juvenil del Ostersund sueco jugó cuatro partidos en el alevín del Cintruénigo es él.
Mikel González bendijo a los centrales del filial: Egiluz, Dañobeitia y De Luis
Más allá de estas cuestiones, en la presentación hubo algo que, aunque pasó un poco desapercibido, a algunos nos dejó pensativos. Me refiero al tema del cuarto central, que empieza a ser en el Athletic un concepto tan popular como otros de este estilo que todos conocemos cuando un adjetivo ordinal ha colonizado con éxito un sustantivo: el tercer hombre, el sexto sentido, el octavo pasajero... En la rueda de prensa no se admitían preguntas sobre la tropa de Valverde, pero un compañero preguntó a Mikel González si Unai Egiluz podría ser el cuarto central de la plantilla la próxima temporada. Su respuesta también cumplió todos los pronósticos. No sólo dio sus bendiciones al defensa de Durango sino también a los otros dos centrales del filial, Dañobeitia y De Luis. La verdad es que no se podía esperar otra cosa de González, que hace un año, confirmada la marcha de Iñigo Martínez, también bendijo a Aitor Paredes. Y acertó de pleno, por cierto.
El problema es que la próxima temporada el Athletic jugará en Europa y que, con Yeray cada vez más achacoso, la situación es preocupante. Valverde lo dejó muy claro cuando reconoció que esta temporada habían «jugado con fuego» con los centrales. El equipo necesita uno más y que sea alguien contrastado, un verdadero refuerzo. Es decir, algo que no son ni Egiluz, que no volvió a jugar con el primer equipo desde su estreno en la Copa con el Rubí, ni Dañobeitia, ni De Luis. En realidad, con 22 años el primero y 21 los otros dos, son futbolistas destinados, más pronto que tarde, a una cesión en un Segunda. Desde luego, no son incorporaciones que puedan mantener o subir el nivel del equipo mientras Valverde hace sus rotaciones. La realidad es que sólo hay dos futbolistas capaces de hacer ese papel: Laporte y David García. Todo lo demás sería volver a jugar con fuego, una práctica poco aconsejable aunque la primera vez no te hayas quemado.
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