La crucial cuestión del ritmo
El problema del Athletic no fue pasarse de revoluciones hasta no ser capaz de detectar las debilidades del Slavia, sino no igualar el gran despliegue físico de los checos
El partido ante el Slavia, aparte de un marcador estupendo para el Athletic, dejó algunas cuestiones muy interesantes, dignas de reflexión. La primera, y desde ... luego la más comentada ayer en los corrillos rojiblancos, fue la espectacular paradoja de sus estadísticas, que no tuvieron ninguna influencia en el marcador. Es un fenómeno curioso del fútbol que se produce muy de tarde en tarde y siempre moviliza a los relativistas de guardia. Los checos perdieron pese a superar a los rojiblancos en casi todos los registros de una forma abrumadora. Corrieron más (111,6 kilómetros frente a 106), tuvieron más el balón (61%-39%), fabricaron más ataques (37-19), remataron más del doble (14-6), forzaron ocho córners por ninguno su rival, completaron 150 pases más (371-228) y hasta recuperaron un balón más (42-41). En lo único que fue mejor el Athletic –y esto lo dice todo– fue en las paradas de su portero (7 de Agirrezabala por 2 de Kinsky). Cómo no concluir, por tanto, que el equipo de Valverde pegó el jueves eso que se llama una buena librada.
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Dejando a un lado la espectacular paradoja de esos datos tan curiosos, reflejo de las fantásticas contradicciones con la que a veces se adorna el fútbol, imposibles en otros deportes, hay algo que me parece mucho más interesante de analizar. Me refiero a la cuestión del ritmo de la que habló Valverde al final del partido. La lectura del técnico rojiblanco se resume en esta declaración: «Somos un equipo que tiene ritmo, pero eso a veces nos hace precipitarnos, como nos ha pasado en este partido. Cuando un rival te marca al hombre y te deja opciones hay que tener paciencia. A veces el ritmo que imprimimos nos traiciona», aseguró. Dicho así la interpretación de lo ocurrido por parte de Txingurri parece muy clara: el problema de su equipo fue que salió demasiado pasado de revoluciones, a un ritmo tan alto que le hizo ser impreciso y no le permitió tener la frialdad suficiente como para aprovechar con inteligencia los grandes riesgos que asumía el Slavia con sus arremetidas comanches.
Pues bien, no niego que esta lectura tenga algún sentido. Es cierto que en ocasiones al Athletic puede faltarle templanza en medio de las vorágines que él mismo crea con la propia intensidad de su juego. Pero no creo que ese sea un problema grave ni, desde luego, que fuera la causa de la superioridad manifiesta del Slavia en todos los conceptos del juego. Al contrario. Lo que nos pareció a muchos es que, desde el pitido inicial, lo que le faltó al Athletic fue precisamente ritmo, sobre todo en la presión, para igualar el fortísimo que impusieron los pupilos de Trpisovsky, un hombre al que me imagino con una fotografía de Bielsa en la mesilla de noche. Y, claro,verse superado por un rival que emplea tus mismas armas y en tu propia casa, como si fuera un invitado descarado y soberbio, es muy difícil de sobrellevar. Te rompe los esquemas.
El partido del jueves ha sido visto como una seria advertencia de las dificultades que el Athletic tendrá por delante si quiere prolongar su aventura europea lo más lejos posible, hasta la final del 21 de mayo en San Mamés, por ejemplo. Es una mirada correcta. Cuando las cosas marchan bien, de vez en cuando conviene un baño frío de realismo. ¿Cuáles serán esas dificultades? Pues me temo que no serán las de caer en precipitaciones y apagones por un exceso de ritmo. Más bien al contrario. La gran dificultad será sostener en el tiempo esos ritmos muy altos que le gustan, es decir, que el equipo haga dos días por semana lo que la pasada temporada sólo tenía que hacer en uno.
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Pienso ahora en los dos partidos en San Mamés contra el Atlético, en el del Barça en la Copa o en los dos ante el Girona. Y recuerdo con alegría aquel frenesí juvenil. Me temo que esta temporada no vamos a ver muchos así. El equipo es el mismo, sí, pero también diferente. Ha ganado en poso, madurez y oficio. Tiene la pegada de los grandes y le están funcionando las rotaciones. Ahora bien, jugando jueves y domingos sus despliegues físicos se han hecho más comedidos. Los jugadores se regulan más durante los partidos. Salvo en Las Palmas y en el arranque contra el Celta no se les ha visto salir dando dentelladas desde el pitido inicial, como hicieron los checos. Al Espanyol le tumbaron rápido, es cierto, pero no al galope y escuchando el sonido de la corneta sino con tres mamporros. Y por otro lado tampoco se les han visto segundas partes de abordajes trepidantes para disfrute de la grada. Hay que guardar fuerzas para el largo invierno. Está claro que las circunstancias son otras.
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