San Mamés, una caldera sí o sí
Quien dude sobre si la animación puede cambiar resultados que vea las imágenes del Olímpico; Valverde y sus jugadores quieren lo mismo para remontar a la Roma
Ernesto Valverde, el capitán del Athletic, Óscar de Marcos, y otros pesos pesados del vestuario como Iñaki Williams empezaron a preparar el intento de remontada ... en San Mamés en las propias tripas del Olímpico con un llamamiento a la unidad de la afición para convertir el próximo jueves el santuario rojiblanco en una caldera.
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Lo que vieron y sintieron en el estadio de la capital italiana, un hervidero de una sola voz formada por más de 60.000 gargantas, tuvo que darles envidia y provocarles nostalgia por los viejos tiempos unánimes de La Catedral. Sobre todo, después de la frialdad que presidió la grada de animación en el último partido de Liga ante el Valladolid. Una goleada histórica (7-1) que debería haberse convertido en una fiesta por todo lo alto se quedó en una celebración de baja intensidad, como la de una recepción institucional y de etiqueta en la que un atisbo de carcajada es censurada con miradas recelosas. «Con que haya la mitad de ambiente que en Roma estaríamos bien», deslizó Valverde.
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Quien todavía se cuestione si la animación tiene el poder de cambiar el destino de un partido o de voltear un resultado sólo tiene que volver a ver las imágenes del coliseo 'giallorosso', un anillo de respaldo con mayúsculas, sin fisuras, con todos los hinchas entregados a la misma causa y sin jerarquías. Nadie es dueño de nada y es dueño de todo al mismo tiempo porque la fortaleza reside en la unión, sin luchas por trozos, pedazos o hegemonías inspiradas en el 'qué hay de lo mío' o surgidas de ideologías que nada tienen que ver con el deporte.
El ondear de miles de banderas con los colores rojo imperial y amarillo recordaba a las superproducciones cinematográficas orientales en las que un sinfín de entandartes mecidos por el viento anuncian la batalla definitiva mientras los soldados, perfectamente alineados por sectores, componen una coreografía perfecta. Eso vieron el técnico del Athletic y sus futbolistas en el intenso partido en el Olímpico. Eso vieron también los mil aficionados que viajaron a Italia para estar cerca de los suyos. Y eso vimos por supuesto el resto de seguidores en televisión, abrumados por el escenario.
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Los huelguistas del fondo norte se van a colocar estos días frente a un espejo demoledor
La derrota en la Ciudad Eterna obliga a la remontada si la familia athleticzale quiere mantener vivo el sueño de que el equipo rojiblanco avance hacia la final europea del 21 de mayo en Bilbao. La respuesta del 99% de la hinchada está garantizada, consciente de que nos encontramos ante una oportunidad histórica de las que nunca sabes cuándo volverán a presentarse. Siempre lo ha hecho, en los malos y en los buenos momentos, en el cielo y en la antesala del infierno.
Está por ver sin embargo si Iñigo Cabacas Herri Harmaila, convocante de la huelga de silencio en el fondo norte que ha enturbiado el ambiente en las últimas semanas, piensa lo mismo. Y si, aunque así fuera, y esto sería lo más grave, va a mantener su postura por encima de cualquier otra consideración y tratará de hacer callar al resto de integrantes de la grada de animación, como ha hecho en otras ocasiones. Los dirigentes del club ya les han puesto encima de la mesa en una reunión formal el pliego de condiciones que deben cumplir si quieren pertenecer a la grada popular. Y en dos semanas no ha habido respuesta. Deben consultarlo con los afiliados antes de pronunciarse.
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Llega el momento de demostrar que el equipo no se toca en cualquiera de las circunstancias, haga sol, llueva o truene dentro o fuera de la entidad rojiblanca. La equidistancia no es una opción. Nunca lo ha sido en este caso porque la perogrullada es de tal magnitud que en cualquier otro contexto no resistiría el menor análisis. Tampoco valen las treguas condicionadas para ganar tiempo y esperar a que escampe. Los huelguistas y quienes les secundan de forma voluntaria van a colocarse estos días frente a un espejo demoledor.
El dilema sólo tiene dos salidas. No hay una tercera vía, al menos a corto plazo. Habrá que ver lo que ocurre mañana en el partido contra el Mallorca, preludio de la gran cita continental cuatro días después. En ese choque San Mamés debe ser una caldera sí o sí. Nadie tiene derecho a echar agua fría para apagarla.
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