La gran pregunta sigue sin respuesta
Los números sirven para medir el grado de eficacia de un equipo en las distintas facetas del juego pero, en muchas ocasiones no ofrecen todas ... las respuestas a las preguntas que plantean los aficionados y, por qué no, los propios profesionales que en más de una ocasión no se explican lo que sucede realmente aunque traten de disimularlo de cara a la galería. Sin ir más lejos, esta temporada Marcelino se ha visto en esa tesitura, sorprendido por la paupérrima respuesta del equipo en algunos partidos y solo ha podido salir del paso pidiendo perdón a la afición, que es casi un sinónimo de yo ya no sé qué más puedo hacer con estos chicos.
El repaso a los números nos presenta el retrato de un equipo que parece que avanza pero a pasos tan pequeñitos que la progresión es casi imperceptible. Desde los tiempos gloriosos de Valverde (y de Aduriz, cabría decir) el Athletic vive en un sinvivir en el que sus seguidores no saben a qué atenerse. Hay un consenso general en resumir la situación con una palabra: irregularidad. Pero si se echa mano de las estadísticas de los últimos cinco años, podríamos decir que el Athletic es todo lo contrario: un equipo muy regular en su irregularidad. Ha dejado de ser noticia que alterne grandes partidos, generalmente ante los rivales más poderosos, con petardazos capaces de hacer perder la fe a 'Rompecascos'. Desde Garitano, el Athletic es uno de los equipos más solventes en defensa y es también uno de los más negados en la creación y en el ataque. Ni se ha empeorado en lo primero, ni se ha mejorado en lo segundo en todo este tiempo.
Desde que Valverde se marchó al finalizar la temporada 2016-17 han pasado cuatro entrenadores por el banquillo rojiblanco: Ziganda, Berizzo, Garitano y Marcelino. Cuatro técnicos en cinco años nos hablan de inestabilidad y de proyectos inconclusos. Exceptuando al argentino, los otros tres coinciden en su interés por el orden en el campo y la primacía de la seguridad defensiva. La continuidad de esa línea de trabajo es probablemente la razón por la que el Athletic destaca en esa faceta pese a que los protagonistas hayan cambiado tanto, de los Laporte, Etxeita, Bóveda o San José a los actuales Vivian, Iñigo, Yuri o Dani García.
¿Puede dar más de sí esta plantilla o su techo es vagar cómodamente por la mitad de la tabla?
Puestos a encontrar un argumento razonable para explicar tanto desequilibrio entre una buena defensa y un ataque tan poco afilado, cabría aducir que el juego defensivo se entrena y se automatizan ayudas y posicionamientos, mientras que el ataque, que también se entrena, depende mucho más de la inspiración individual y tiene más que ver con el talento que con el músculo.
Y llegados a este punto nos encontramos con la gran pregunta de cuya respuesta depende el futuro de este equipo. ¿Puede dar más de sí esta plantilla o su techo es vagar cómodamente por la mitad de la tabla? Que cuatro entrenadores hayan fracasado en el intento conduce al pesimismo. Sin embargo, algunas exhibiciones de estos mismos jugadores en partidos concretos animan a soñar con que este grupo tiene dentro algo más de lo que ha ofrecido.
La situación actual recuerda en alguna medida y salvando las distancias, a la vivida en la transición de Caparrós a Bielsa. También entonces había unas elecciones y Caparrós, que había conseguido dejar al equipo en la UEFA tras sacarlo cuatro años antes del llamado bienio negro, les parecía a muchos el entrenador ideal, poco menos que irremplazable, como ocurre ahora tras la despedida de Marcelino. Llegó Bielsa y aquel grupo de esforzados zapadores se convirtió en un equipo deslumbrante que dejó para la historia partidos memorables.
La imposibilidad objetiva de reclutar refuerzos que le cambien la cara al equipo deriva todo el protagonismo a la figura del entrenador. Los tres candidatos a la presidencia tienen la inmensa responsabilidad de acertar en su elección y de encontrar por fin la solución a esa pregunta sin respuesta.
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