La fortaleza que debe conservar el Athletic

Se trata de cifras espectaculares, que remiten a los mejores años de la gloriosa década de los ochenta. Lo serían para cualquier equipo. Ahora bien, para este de Valverde son sencillamente asombrosas. Y es que estamos hablando de un equipo que la campaña anterior, la 2022-2023, firmó una de las peores temporadas como local que hay en sus anales. Recordémosla para ponernos bien en situación. En los 19 partidos de Liga que disputó en su campo, el Athletic encajó ocho derrotas y tres empates. Aquello fue un desastre: sólo 27 puntos como local, una estadística tan pobre que apenas tres equipos la empeoraron, dos de ellos los descendidos Espanyol y Elche. Cómo no considerar extraordinario, por tanto, que al año siguiente ese mismo equipo, con la única incorporación de Ruiz de Galarreta y la pérdida de Iñigo Martínez, sólo perdiera en el estreno y, a partir de ahí, encadenara 12 victorias y seis empates; es decir 42 puntos, 15 más que en el ejercicio anterior.

A estas alturas, nadie discute que las dos grandes satisfacciones de la pasada temporada fueron el título de Copa y el regreso a Europa seis años después. Ahora bien, hubo una tercera satisfacción estrechamente vinculada a las anteriores: el orgullo de la afición por haber vuelto a convertir San Mamés en un fortín, como en los viejos tiempos. Fue un proceso curioso el de la construcción de esa fortaleza. Comenzó en la tercera jornada con una brava remontada ante el Betis, que se puso 0-2 en diez minutos y levantó una oleada de murmullos reprobatorios en las gradas de La Catedral. Esa victoria, culminada con un gol de Unai Gómez en el minuto 84, tuvo mucha importancia, pero aún así el Athletic no terminó de ser del todo fiable en casa durante las semanas siguientes. Goleó (3-0) al Cádiz y el Almería, dos equipos que acabarían descendiendo, pero se dejó dos empates con el Getafe y el Valencia.

Fue en la jornada 13, tras una victoria agónica ante el Celta en un partido loco, cuando en La Catedral terminó de germinar un ánimo vibrante y festivo, un espíritu bucanero que se contagió a la hinchada. San Mamés, que en la campaña anterior sufría en silencio y hasta se preguntaba de qué había servido la famosa grada de animación, se convirtió en un gran escenario de abordajes y avalanchas. A la del Celta siguió una racha de nueve victorias (seis de Liga y tres de Copa) y un empate, ante el Barcelona, en un partido condicionado por la fiesta que cuatro días antes habían vivido los rojiblancos tras tumbar por 3-0 al Atlético y clasificarse para la final de Copa.

No hace falta decir que conservar el granero de puntos de San Mamés es uno de los principales retos del equipo esta temporada. De que lo consiga o no va a depender en gran medida su rendimiento. Un solo para dato clarificar del todo el estado de las cosas. El Athletic acabó la pasada Liga con 68 puntos, 17 más que la anterior. Sólo el Girona pudo presumir de una mejoría mayor. Pues bien, de esos 17 puntos de más 15 de ellos los consiguieron los de Valverde delante de su público. A domicilio, su rendimiento fue muy similar.

Decíamos al comienzo de este texto que el indigesto empate ante el Getafe fue una decepción, pero que al Athletic le sirvió al menos para cumplir más de un año sin perder delante de su afición. Pero el jueves hubo algo más, otra buena noticia. Se constató que la hinchada rojiblanca va a darlo todo y que a poco que el equipo responda volverá a batir el récord de asistencia en una temporada. Que un 15 de agosto se junten en La Catedral casi 48.000 espectadores para ver un partido contra el Getafe es algo extraordinario. Y, desde luego, muy revelador de la enorme ilusión que tiene toda la familia rojiblanca.