Pintan copas

Si se ha dilatado tanto en el tiempo que ha permitido al Athletic rearmarse moralmente hasta el punto de conseguir un hito para la posteridad -nadie ha jugado dos finales de Copa en 14 días- es porque fuimos tan incautos de creer que esta feroz pandemia nos daría cuartelillo para disputarla con público, cuestión que nos deja de nuevo huérfanos de ambas aficiones para una quedada en Sevilla que supondría unas vacaciones vascas con encanto. Menos mal que no se pospone hasta 2022 porque a lo mejor deberíamos jugar 4 finales. De momento, los leones son como las buenas vacunas, de doble dosis.

¿Podrá dominar la ansiedad la Real ante una cita cósmica para ellos en la que se enfrentan a su eterno rival?, con la posibilidad añadida de estrenar el limpiacristales para una vitrina que se les ha quedado como el escaparate de una pescadería en domingo. El encuentro tiene el morbo asegurado, la escuadra txuri-urdin, que es el segundo equipo con más jugadores vascos de la Liga, deberá inculcar lo que está en juego a los fuereños -para entendernos los que no tienen clausula anti-Athletic- e inocularles marmitako en vena como hicieron en Liga con Cristian Portugués en San Mamés, que parecía nacido en Ondarreta. El Athletic acudirá en cuadrilla, con la trompeta enfundada y la alegría de haber alcanzado la gloria, con una Supercopa en su pedestal y dos noches para soñar. Todo dependerá de la puntería, porque de los nervios y de jugar finales estamos curados, no en vano nos ganamos a pulso el apodo de 'Rey de Copas'. En nuestra mano está el hacer más historia de la que ya tenemos.