Soplar y sorber no puede ser. Estamos a escasos días de celebrar una final histórica entre el Athletic y la Real, y quien más quien ... menos ya está organizando su grupo de confort para ver el partido con las máximas garantías sanitarias. Tras el despropósito montado con absoluta improvisación por parte de Rubiales desde la Federación ya sabemos todos que La Cartuja hará honor a su nombre y parecerá el típico monasterio de una orden contemplativa. Que será una pena lo sabe todo Pichichi, pero todo el mundo estaba avisado desde el Gobierno vasco de que no era el mejor momento para invitar al público a asistir a un encuentro de fútbol en estos días críticos.
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Estoy completamente de acuerdo con el lehendakari Urkullu cuando señala que «el partido más importante» es el que se disputa contra el coronavirus. Pero, en la calle, el consejo de sabios tertulianos del 'BAR' comentaba dos alternativas que se podrían haber contemplado. Comprar los derechos a los sevillanos para traer el partido a Euskadi y organizar un reparto equitativo de aficiones y localidades extremando las medidas de protección, o por el contrario haber movido la fecha de nuevo que tampoco pasaba nada por esperar un poco más. Ya es tarde para recular.
Como los aficionados van a tener que seguir el encuentro desde casa, la pregunta que queda en el aire es qué hacer con los famosos 'allegados' porque verlo solo da pena mora y ésta es realmente nuestra 'nochebuena'. ¿Se podrán celebrar reuniones de 4 o 6 personas en un domicilio? ¿Puedo poner un poco de música para animar sin que llamen al timbre? Habrá que hacer un decreto excepcional, porque de lo contrario sí que va a parecer la final de la orden de San Bruno, o jamamos todos o no jama ninguno. Si se cumple a rajatabla lo de no reunirse en casa con unidades familiares con las que no se conviva habitualmente, a lo mejor en lugar del partido vemos el final de temporada de 'Hierro' con Candela Peña. El objetivo es que metamos goles y no virus, pero algún chance se tiene que conceder, para ver el brillo de unos ojos amigos, aunque tengamos que cantar el himno por la ventana, emplatar la cena y optar por botellas individuales.
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