El 'Día D' se acerca y hay que estar bien pertrechados, necesitamos reunir todo el arsenal de talismanes y la ayuda de nuestros aliados, aita ... y ama especialmente, para conseguir que el primero de nuestros sueños se cumpla, ganar la Copa vasca, derrotar a la Real. Recurro al recuerdo de nuestros padres porque fueron ellos quienes nos inocularon el amor a unos colores, aun cuando no se podían ver los partidos del Athletic siendo niños. No siendo alguna final o torneo veraniego, el fútbol de la caja tonta estaba en manos de los de casi siempre y debíamos conformarnos con oír goles por la radio o enterarte del resultado cuando te leían el periódico en alta voz con los mismos nervios que si se tratase de un directo.
Ibas al colegio en estado de gracia para intentar cambiar el cromo de Iribar porque nunca te salía. Así transcurrían los años, te vamos a dejar con tu tía que nos vamos a Madrid, contra el Elche, el Castellón o el Betis. Hemos perdido a penaltis hijo, 8-7. Volvían con su txapela de enorme rabo, la bandera de batalla, sus bufandas con mil lavadas y siempre con la cara sonriente, hasta que un día te haces mayor y coges un tren o un coche con amigos y te plantas en Madrid para verlo con tus propios ojos y descubres que todo era verdad.
La sensación de ir a una final era como la Frank Sinatra al salir al Madison Square Garden. Vamos a triunfar. El día previo y el de la celebración son impagables y que aun perdiendo no cambiaría ni una coma de mis sensaciones en las finales frente al Atlético o el Barça. Toda final es un fiestón y en honor a nuestros padres seguiremos perpetuando, aunque sea en formato virtual, el respeto que significa ese partido.
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