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Alguien debería imponer un poco de orden en la agenda, porque los eventos se nos agolpan y la actualidad se atropella a sí misma. Hoy ... era día de mucho turismo, de manifestaciones del 1 de mayo y, claro, de semifinal por todo lo alto, y uno iba por Bilbao buscando forofos del Manchester United y se confundía. ¿Quizá ese grupo con la melanina poco estimulada y la mirada perdida? No, no son hinchas ingleses, sino una familia canadiense que está buscando el paraguas de su 'free tour', su faro de la jornada. ¿Y ese revuelo de banderas a la vuelta de la esquina? ¡Seguro que se trata de seguidores de los 'reds'! Qué va, son los de la CGT de camino a la manifa, aunque lo de rojos no se lo niega nadie.
Tanto evento acaba solapándose, y no faltaban los sindicalistas que habían dejado un hueco a su otra lealtad, o viceversa, de manera que lo deportivo y lo laboral se combinaban en alguna indumentaria. Había también turistas que, nada más poner el pie en Bilbao, se habían contagiado del ambiente y habían comprado camisetas: ahí iban tan pimpantes Daniyal, Okan, Baran y Oguzhan, jóvenes alemanes de origen turco recién llegados en crucero, los cuatro uniformados de rojiblanco con el brillo inequívoco de lo nuevo. ¿Por qué animan al Athletic y no a los ingleses? «¡Porque es mucho mejor!», saltaba Daniyal. «Y porque siempre es más bonito ir con los equipos pequeños. Y, bueno, porque detesto a los hinchas ingleses», se sinceraba Oguzhan.
Lo cierto es que, al contrario de lo que ocurrió con los escoceses del Rangers, este jueves las calles fueron aplastantemente rojiblancas desde primera hora. Era una de esas jornadas especiales, uno de esos partidos que empiezan en cuanto los aficionados abren los ojos por la mañana: los padres recientes envuelven el carrito del crío en los colores del club, con la esperanza de dejar una impronta duradera en el bebé, y hasta muchos perros acaban con pañuelo al cuello o incluso disfrazados de león, aunque todavía no hay ninguno que ladre el himno. Pocas cosas hay tan intergeneracionales como esta pasión: la comparten desde recién nacidos, aunque aún no lo sepan, hasta señores con edad para recordar el mítico partido de la nevada, aquel Athletic-Manchester United de 1957, como Pedro González, con 88 años y la preceptiva bufanda al cuello: «Veníamos otro y yo en bicicleta desde Momediano de Losa, en Burgos, para ver al Athletic. ¡Había que pasar Peña Angulo! Y luego juerga y volver».
Ay, la juerga... Los periodistas somos conscientes de que el entusiasmo ha prendido en el ambiente cuando las crónicas se nos desmandan, porque todo a nuestro alrededor parece perder freno. Y ayer abundaron los momentos de ese tipo, porque las dos aficiones interactuaban con alegría y ligereza. En la calle Sombrerería, Peter Hatch, Jeff Paz y sus colegas habían colgado una pancarta que decía 'Manchester United, The Religion'. «Claro que sí, es nuestra religión, y a veces nos eleva hasta lo más alto y otras nos hunde muy abajo», desarrollaba Peter. Y por allí iban pasando hinchas del Athletic y se paraban a hacerse fotos con ellos, como Elena Ruiz, que cargaba un par de barras de pan para preparar los bocatas de anchoas con pimientos que llevaría al partido. «¡Tienes un buen par de barras!», elogiaba muy cuco el inglés.
–¿Qué les parece Bilbao?
–Ya vinimos en 2012, ¡es una ciudad fantástica! Entonces estaban construyendo el nuevo estadio, tenemos muchas ganas de conocerlo –decía Peter.
–Los bilbaínos sois una gente casi perfecta: solo tenéis el defecto de no ser del Manchester United –añadía Jeff.
–¿Un pronóstico para el partido?
–Espero que el Athletic sea majo con nosotros –suspiraba un pesimista Peter–. ¿Nos dais un empate a uno y luego perdemos en casa?
A eso de las tres, la Plaza Nueva estaba desmadrada. Un grupo de ingleses, apostados con botes de humo en la esquina del Café Bilbao, rivalizaba con los locales a ver quién hacía más ruido. «Ahora cantamos más alto nosotros, después del partido ya veremos», sonreía Graham Benyon, que también rumiaba esas dudas íntimas tan extendidas entre sus paisanos. «Me encanta este ambiente, ¡así debería ser siempre el fútbol, una rivalidad divertida!», añadía, para lanzarse de inmediato a vocear 'Hello, Hello We Are the Busby Boys'. Frente a ellos, se desgañitaba una multitud que en realidad era una cuadrilla: «Sí, somos una cuadrilla de Cruces: lo que pasa es que hemos ido recolectando gente para ver si les podemos, porque ahora nos están ganando un poco la batalla», decían Jordi Canales y Susana Urtiaga, y se lanzaban a tope con 'Este es el famoso Athletic'.
Como la locura siempre admite un grado más, andaban por allí tres tunos de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, de Lima, Perú. Eran Patricio, José Antonio y Juan Francisco, de viaje entre Madrid y París: «Está todo efervescente aquí, nosotros vamos a cantar a las muchachas lindas», decían, y dedicaban 'Clavelitos' a Claudia, Inés, Lucía, Carlota y María, cinco bilbaínas que no sabían dónde meterse. Y todavía apareció un cuarto frente musical, o algo así, que se centró en entonar «son del Athletic, las tunas son del Athletic». Aunque a veces se amontone todo, qué bien que en la vida no haya un árbitro para poner orden.
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