Espanyol 1-1 Athletic
El Athletic tiene que resignarse al empateEl equipo de Valverde, impreciso, alborotado y lastrado por un terrorífico error de Simón, pierde una gran oportunidad en Cornellá-El Prat
Si el sábado pasado el Athletic jugó ante el Girona el partido más divertido de la temporada, esta vez en Cornellá-El Prat disputó el ... más feo y desagradable. Fueron 96 minutos para olvidar en los que lo único positivo para los rojiblancos fue que aumentaron a quince su racha de encuentros de Liga sin perder; una racha que estuvo en peligro tras un error calamitoso de Unai Simón pasada la hora. La cantada fue tan brutal que el equipo quedó helado unos minutos, aunque se fue recuperando y volvió a insistir sobre la portería de Joan García hasta lograr el 1-1 en un golpe de fortuna: una volea de Sancet que golpeó en Calero y se coló.
La propia factura de los goles, uno ridículo y otro accidental, retrató bien un partido muy peleado pero malo hasta decir basta. La cantidad de errores e imprecisiones por parte de los dos equipos, producto de las prisas, de una intensidad que se confundía con el puro alboroto, fue descomunal. Los hubo de todos los tipos y en todos los lugares del campo. En el caso del Athletic, que tuvo más dominio y llegó más veces arriba, sobre todo en las proximidades del área rival. Es cierto que el Espanyol apretó mucho y tapó bien tanto las dos bandas como a Sancet, al que los periquitos le aplicaron un auténtico 'habeas corpus', pero aún así el desperdicio de aproximaciones con peligro por malas decisiones o pases defectuosos fue sangrante. De hecho, los rojiblancos apenas hicieron ocasiones dignas de tal nombre. Con decir que la mejor fuera un zurdazo de Iñaki Williams en el descuento que desvió Joan García está dicho todo.
Espanyol
Joan García; El Hilali, Kumbulla, Cabrera, Romero; Urko (Calero, m.67), Pol Lozano (Expósito, m.79), Král; Jofre (Roca, m.79), Roberto (Véliz, m.79) y Javi Puado (Pere Milla, m.89).
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Athletic
Simón; Gorosabel (De Marcos, m.70), Vivián, Yeray (Paredes, m.70), Yuri; Jauregizar, Prados (Vesga, m.65); Iñaki, Sancet, Berenguer (Nico, m.65); y Maroan (Guruzeta, m.78).
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Goles: 1-0, m.62: Roberto. 1-1, m.77: Sancet.
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Árbitro: Cuadra Fernández (Colegio Madrileño). Amonestó a Urko y Yeray.
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Espectadores: 26.645 espectadores en Cornellà.
Es un hecho objetivo que el Athletic es un equipo sólido y fiero, con buenos cimientos y un sistema defensivo muy bien engrasado, pero también lo es que depende en gran medida del desequilibrio que produce su poderoso frente de ataque. Y la producción de este grupo estuvo muy lejos de ser la esperada. Cumplió bien Maroan, que fue la sorpresa del once, pero los demás decepcionaron. Berenguer firmó una actuación opaca, muy alejada de la brillantez que ha mostrado en las últimas semanas, y Sancet apareció con cuentagotas. Eso sí, marcó el gol del empate -ya suma doce- y estuvo cerca de hacer otro, justo antes del 1-1, en un derechazo que desvió Romero. Con los dos navarros en una versión rebajada, nada comparable a la que mostraron contra el Girona, era obligado confiar en los Williams, en Iñaki desde el principio y en Nico desde que entró al campo en el minuto 64 en lugar de Berenguer. Y a los dos hermanos no les salió nada, por mucho que lo intentaron.
El partido se embarulló desde el pitido inicial y pocos se sorprendieron de ello. Se podría decir que el lío, la sucesión de idas y venidas sin demasiado fuste, estaba casi cantado. Y es que el Espanyol, pese a sus flaquezas, compite bien en su campo, que por otro lado es uno de los que peor se la da al Athletic. De hecho, cuando ganó la pasada temporada, rompió una racha de 24 años sin una victoria en Liga. El caso es que el juego no tardó nada en producir esa extraña mezcla de bostezos y sobresaltos que producen este tipo de partidos chirriantes. Nunca son una experiencia desagradable, la verdad. Por momentos te entran ganas de dar una cabezada, pero de pronto pegas un respingo, como si se te apareciera Norman Bates con la peluca y el cuchillo. Un sinvivir, oiga.
Incidente grave
Pasado el cuarto de hora, se produjo un incidente que dará de qué hablar. Y con razón. Porque una cosa es que un descerebrado o dos profieran insultos racistas y el árbitro detenga el partido y active el protocolo propio de estos casos. Esto puede ser triste, pero no señala a una afición, que no puede evitar la existencia en su seno de tipejos imbéciles como los que insultaron a Maroan llamándole «puto moro». Lo grave es que, a partir de ese momento, sobre todo hasta el descanso, las gradas pitaran a Iñaki Williams por haber denunciado los insultos a Cuadra Fernández. En fin, que si el partido no tenía por dónde cogerlo esos pitidos terminaron de producir una mayor sensación de desagrado.
¿Cambiaría la inercia tras descanso? Desde luego, esa era la esperanza de todos los aficionados rojiblancos, que asistían al choque con una calculadora mental que les hacía soñar: tres puntos que alejaran a seis al Villarreal, el quinto clasificado, y acercaran a cuatro al mismísimo líder. La oportunidad era tan magnífica que había que aprovecharla por todos los medios. Los rojiblancos, sin embargo, no estuvieron a la altura pese a estar frescos tras ocho días de descanso. Es cierto que, salvo en un par de acciones de Jofre por la derecha en el arranque, el Espanyol no les creaba peligro. El problema es que ellos tampoco lograban crearlo en la portería contraria. Podríamos hablar de dos equipos igualados por su propia inoperancia ofensiva.
El error de Unai Simón fue una mezcla de despiste, falta de concentración y exceso de confianza
En estos casos, los partidos se deciden muchas veces por eso que se llama detalles. La palabra es un cajón de sastre que incluye los desastres, y perdonen un juego de palabras tan facilón en la crónica de un partido tan indigesto. Desastres como el gol que regaló Unai Simón a Roberto Fernández en el minuto 61. Fue una acción inaceptable, mezcla de despiste, falta de concentración y lamentable exceso de confianza. Cuando le enfocaron las cámaras, el portero de Murgia pareció hasta sonrojarse. Por otro lado, también dejó entrever una mirada de tristeza, más que de rabia. Como si estuviera pensando en que ese error que ya mismo da la vuelta al mundo era lo único que le faltaba esta temporada.
Maroan fue lo más salvable de un frente de ataque rojiblanco que no funcionó ante el Espanyol
Valverde agitó el banquillo tras el 1-0. Primero salieron Nico y Vesga por Berenguer y Prados. Seis minutos después, Paredes por Yeray, que aguantaba con una amarilla desde el minuto 5, y De Marcos por un Gorosabel que no apareció en ataque ni para saludar. En el minuto 78, Guruzeta también salió entró por Maroan. Las sustituciones no tuvieron demasiado efecto. El Athletic encerró al Espanyol porque estaba obligado a ello y se resiste a la derrota como un león, no porque los incorporados ofrecieran algo mejor. Al equipo de Valverde, en fin, le salvó su espíritu de lucha. Porque lo que es el fútbol estuvo ausente en Cornellá-El Prat. Y no es la primera vez.
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