Una diferencia peligrosa
Cuando es buena, amigo, la clasificación no sólo produce alborozo sino que convierte cualquier crítica o reparo en un acto sospechoso. Es como levantar ... la mano para pedir la palabra mientras el público aplaude unánime al conferenciante. ¿Qué querrá ese ahora?, se pregunta la mayoría exultante, temerosa e incómoda ante la posible presencia de un aguafiestas. A los periodistas, sin embargo, se nos paga precisamente por olvidarnos de los batallones unánimes y levantar el dedo para preguntar. Y lo que algunos nos preguntamos, sin que ello nos impida celebrar la magnífica posición del Athletic en la tabla y el hecho de que continúe imbatido después de cuatro partidos, es si el equipo va a poder arreglar el desequilibrio de su fútbol fuera de casa.
Habrá quien reste importancia a este problema. De hecho, son muchos los que confían en seguir con la actual media inglesa. «Esto consiste en amarrar en casa y rascar lo que se pueda fuera», explican. Bien. Ojalá. A mí, sin embargo, me preocupa esta doble cara del Athletic. Y, desde luego, no me olvido de que fue la causa fundamental de que no acabase entrando en Europa la pasada temporada. Recordemos un dato determinante. En los cinco últimos partidos que jugó a domicilio –Getafe, Real Madrid, Leganés, Valladolid y Sevilla–, el equipo de Garitano perdió cuatro y no marcó ningún gol. Si ganó en Butarque fue porque En-Nezyri se marcó uno en propia puerta. Todo un golazo, por cierto, marcando muy bien los tiempos de su cabezazo. La mirada que le echó Pichu Cuéllar fue inolvidable. Me recordó a la de Vito Corleone cuando hacía llamar a Luca Brasi.
Aquellos partidos infumables costaron la Europa League y dejaron la impresión de que Garitano había construido un equipo no ya bipolar –eso sería mucho decir– pero sí con una diferencia exagerada de rendimiento en función de si juega delante de su público o lo hace alejado de él. ¿Que esto ha sido algo muy habitual en el Athletic? Cierto. Todavía me acuerdo de la gracia con la que Koldo Aguirre celebraba que, en sus tiempos de futbolista, los hinchas rojiblancos no pudieran verles cuando jugaban fuera. Pero en el fútbol actual, donde todo se ve y el factor campo tiene una incidencia menor, esta doble versión acostumbra a ser peligrosa si se mantiene en el tiempo hasta convertirse en un rasgo de personalidad. De ahí que muchos tengamos la mosca detrás de la oreja viendo que el Athletic –ahí están los partidos de Getafe y Mallorca– siga como forastero en la misma línea en la que terminó la campaña anterior.
La solución no es fácil, pero pasa sin duda por una mejoría gradual y significativa de las prestaciones ofensivas de algunos futbolistas muy concretos, indiscutibles para el técnico, cuyo rendimiento está siendo muy pobre. Y no importa que algunos quieran ocultarlo y, estando como están en un equipo enérgico y laborioso, se defiendan –y se les defienda– alegando que se dejan la piel en el campo y se aplican mucho en defensa. ¿Desde cuándo esto ha sido en el Athletic un salvoconducto para ser titular jugando en posiciones ofensivas si no está acompañado de desborde, asistencias y a ser posible gol? Respecto a esto último, el gol, hay algunos datos interesantes. Muniain, por ejemplo, marcó su último fuera el 7 de enero en Vigo. Tampoco es que en casa se dé festines –desde el que le hizo al Betis el 27 de enero sólo ha marcado uno y de penalti alLevante–, pero al menos es más incisivo.
Con su amigo Williams ha ocurrido algo muy curioso. Ha pasado de no marcar ni a tiros en San Mamés –estuvo dos años seguidos sin hacerlo– a marcar sólo en casa y no hacerlo fuera. No lo consigue desde el 29 de marzo en Girona. Aduriz, por su parte, desperdició el viernes una gran oportunidad para romper una racha nefasta: no marca fuera desde que el 10 de diciembre de 2017 convirtió un penalti en el campo del Levante. También podríamos hablar de Córdoba, titular en los dos últimos partidos. Ahora bien, teniendo en cuenta que sólo ha hecho un gol en 68 partidos –y que lo firmó en El Madrigal– hay que concluir que el escenario no le influye de cara a puerta. Su problema es otro. Sencillamente, no tiene gol. En realidad, de todo el frente de ataque habitual con Garitano, que no cuenta con Ibai Gómez, sólo Raúl García es capaz de ser el mismo en casa y fuera; una actitud competitiva que harían bien en imitar sus compañeros.
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