Después de la tempestad
El mercado de verano terminó con una tormenta en un vaso de agua. Da la impresión de que Llorente se puso ofrecido, como dirían los ... humoristas de Albacete, y no creo que los jugadores hicieran ningún daño pidiendo al director deportivo que sopesara la posibilidad de traerlo. Alkorta se mojó en el llorenteo, informó a la directiva y esta, tras el indispensable debate, decidió que no procedía. Eso fue todo y no parece que el asunto dé para más. Desestimar la contratación no es desautorizar al director deportivo, y menos al entrenador, que pasaba por allí. Imagino que la directiva sopesó los pros y los contras, deportivos y vamos a decir sociológicos, consideró la edad, el número de partidos y de goles en las últimas temporadas, así como la pregunta que podría resurgir en la grada: «¿Y Llorente, qué?» Una pregunta aún más irónica con el delantero en el campo. A mí lo que me hubiera decepcionado es que nadie intentara nada con Llorente, Javi Martínez, Berenguer, con los de la Real, Osasuna y Alavés que estuvieran a tiro, con cualquier jugador de nuestro mapa futbolístico que refuerce al equipo.
Nos pusimos todos nerviosos tras dos pésimos partidos, cuando la Liga no había hecho más que empezar. También el presidente, quien se puso semántico y sintáctico con los periodistas, rectificó en un tono algo extemporáneo ciertas preguntas, en una escena tan pintoresca como si el periodista hubiera pedido la palabra para refutarle un sofrito. ¿Por qué hay que decir «no es verdad», cuando puede decirse «no, eso no es así»? Siempre he confiado en los liderazgos amables, como hubo hasta ahora, donde nadie tenga miedo a exponer su punto de vista, aceptando después con naturalidad que no sea compartido por quien tiene la responsabilidad de tomar las decisiones. Habrá que confiar en que tan insignificante escaramuza en la que todos tuvieron buena intención no sirva para que el club se repliegue y vuelva a los tiempos de la arrogancia, el secretismo y la manía persecutoria.
Y bien, ante el Levante el Athletic consiguió al fin una victoria muy necesaria, que le pone, como hubiera publicado Pravda durante la guerra fría, a tan solo cinco puntos de la cabeza de la clasificación y con un partido menos. Fue una victoria de esas que parecen sencillas, inapelables, visto lo visto, y si nos atenemos al cómputo general de la posesión, el control de juego, los goles marcados, las ocasiones como el cabezazo extraordinario de Raúl a la cruceta, la que perdonó Williams solo con el portero, el penalti y el gol que anuló el VAR, etc. Y sin embargo el gol de Berenguer tardó mucho en llegar, tanto que nos estábamos poniendo nerviosos otra vez. Fue un gol de ratonero. Berenguer optimizó una dejada de Raúl, peleó para llevarse el balón mientras ya estaba pensando por dónde lo podía colar. Un gol de pillo, al que pudo sumar otro de futbolista resuelto y certero, que anuló el VAR. Qué fácil debe de ser arbitrar ahora, qué contraste entre el énfasis y la aparente seguridad con que el árbitro pitó penalti y la mansedumbre con que en décimas de segundo, sin tiempo apenas para observar la repetición, acató lo que le habían soplado los supercicutas de la sala de máquinas. Como casi siempre. A mí me parece bien que el VAR intervenga cada vez que pueda corregir una injusticia, pero deberían olvidarse entonces esas expresiones tan equívocas como el error manifiesto, el error técnico o el de apreciación. Ahora sí, ahora no.
El Athletic mereció ganar de largo. Yeray mejoró la defensa, Balenziaga se batió con pundonor, Berenguer mostró regate y gol, Morcillo nos recordó al gran Estanis Argote.
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