Llegó el momento de la verdad para el Athletic. Tercera semifinal copera consecutiva, con el mejor resultado de ida para acceder a la final, ventaja ... traída de campo contrario, aunque el rival sea de envergadura. Alta exigencia, pero es un ahora o nunca. 'It's now or never', cantaba el rey, no el de la Copa sino el del rock, Elvis, en su versión del 'O sole mío' napolitano.
Publicidad
Esta semana, considerada decisiva para el desenlace de la temporada, no empezó bien. La derrota del Villamarín, un nuevo desafino en tierras andaluzas, ha frenado la intención del Athletic de consolidar casi definitivamente el añorado retorno europeo, y de entrar, de paso, en la lucha por la Champions, a la espera de cerrar la serie el domingo contra el Barcelona y recuperar esos objetivos clasificatorios. Veremos cómo están las fuerzas, porque en medio está el premio gordo: volver a disputar una final copera, una nueva ocasión de tocar la gloria. Otra más, sería, de acuerdo, si bien ésta con mucho aroma a reválida. Antes hay un hueso muy duro de roer, y parece que nadie, esta vez, con una prudencia elogiable por inhabitual, está vendiendo el oso del madroño antes de cazarlo.
Este equipo, que está realizando una excelente temporada, se enfrenta con sus viejos fantasmas, no de las Navidades pasadas de Dickens, sino los de las campañas precedentes. Esos fantasmas que susurran al oído que por estas fechas no somos capaces de aguantar el ritmo físico y mental exigido en el tramo decisorio de las competiciones domésticas, de una Liga en la que optamos una y otra vez a los puestos de privilegio, y de una Copa en la que llegamos también con insistencia (y con mérito) a las rondas finales. El miedo de engordar para morir, de nadar y naufragar de nuevo en la orilla. Pero este año no puede, no debe ser así.
Al Athletic es cierto, en primer lugar, que le cuesta mantener la tensión física y psíquica entre eliminatoria del k.o. y fin de semana liguero, entre competición y competición acumuladas, incluso con días de descanso. Quizá sea su límite. «Somos así», o «a otros equipos también les pasa», justificaba las carajas Txingurri, cuya ambición está fuera de toda duda.
Publicidad
La segunda percepción es que este curso San Mamés es otra cosa. Como en recordados tiempos, en La Catedral sí que se hace fuerte el equipo, ahí no ha lugar (por el momento) al desfallecimiento, no caben bajadas de tensión, como sucede de forastero. Es, por fin, un seguro de vida.
Y la tercera constatación es que la irregularidad no parece ser ahora mera cuestión de fondo de armario. El pasado domingo, sin ir más lejos, Valverde contó con la mayoría de titulares, y son éstos los que vienen evidenciando cierta escasez de gasolina, o de concentración, para mantener sus mejores prestaciones. Les pasa a ellos y a los meritorios, que van entrando en las necesarias rotaciones, sobre lo cual tampoco se puede achacar demasiado al míster esta temporada.
Publicidad
Pero lo que nos viene este jueves bisiesto es mucho, es algo grande en lo que se va a acumular mucha energía, tanto en el campo como en la grada, fuerzas que saldrán de donde sea, pero saldrán. Hay mucho en juego, hay mucha ilusión. La perspectiva de una nueva final con un desplazamiento athleticzale masivo, esta vez a Sevilla, es superior a todo. La factibilidad de que «un clavo quite otro clavo» añade deseo a la cita de La Cartuja, ya ilusionante de por sí. Es demasiado lo que nos espera como para fallar ahora. ¿Presión? Bendita positiva presión.
Y es el momento porque hay equipo. El Athletic está preparado, lo ha demostrado. Amarrando una renta que puede ser de oro, y adelantando un aviso en forma de meneo liguero no ha mucho. El 'Bilbao' no es inferior en el cara a cara al 'Aviación' del Cholo y de Cerezo, que igual por fin se caen de un guindo y respetan al hermano mayor, que prefiere hablar en el césped. Aquí se dice Athletic. Rojo y blanco sobre verde. Ongi etorriak.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión