El Athletic vuelve a fiar su suerte a San Mamés. Es posible que si hubiera una imagen del santo en el acceso al campo muchos ... athleticzales le cantaríamos más de una vez con un periódico en la mano, para que nos guíe en la carrera hacia nuevas glorias que añadir a una extensa historia de hazañas vividas en el solar actual o adyacente. Como este martes de San Isidoro de Sevilla (vaya premonición) y de Semana Santa procedería postular, antes del masivo encierro de cincuenta y pico mil almas rojiblancas en un recinto en el que se volverán a soltar once leones capaces de llevarse por delante a rivales de poderío o de bravura contrastada.
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Nuestro contrincante navarro es digno de todo el respeto, como todos o un poco más, pero sabe que un San Mamés que huele a final de Copa es mucho toro. Y los catedralicios sabemos y confiamos en que el Athletic no suele fallar en éstas, cuando se le lleva en volandas rumbo a otro éxodo bíblico en la búsqueda del santo grial de la ansiada veinticinco (sí señor Rubiales, van veinticuatro trofeos). Otra cosa a estudiar es la psicología de cómo afrontar las finales, pero ese es otro cantar al que ojalá prestemos atención a lo largo del próximo mes.
Porque el Athletic, si es fiel a sí mismo, no puede fallar, y no tiene excusas para hacerlo. Osasuna trae una ventaja, mínima pero ventaja, y es un hueso duro de roer, de la mano de un estratega motivador que sabe a lo que juega y que ha llevado a los rojillos a posiciones nobles en la Liga y a las puertas de una final copera. Pero con todo, haciendo una gran temporada como están realizando los mozos de Jagoba, tampoco han demostrado ser superiores al conjunto rojiblanco en los partidos disputados entre ambos. Ni en el pasado choque liguero en San Mamés, donde salió vivo de milagro, ni hace un mes en El Sadar, donde en una ida copera gris de los dos equipos consiguió ventaja en la aislada acción de Abde, el futbolista más desequilibrante hoy de su plantel. En todo caso, la jerarquía, el ser más equipo, se demuestra en el campo, y se acredita con eficacia, achuchando sí, creando ocasiones sí, como el pasado 9 de enero, pero metiéndolas. Esa es la exigencia para este 4 de abril si queremos preparar procesiones a La Giralda.
La historia y las experiencias pasadas no ganan partidos, lo sabemos, pero echando la vista atrás venimos a recordar, desde que tenemos uso de razón futbolística en rojo y blanco, haber vivido semifinales coperas exitosas hasta en nueve ocasiones. Empezando con un Málaga que en 1973 cayó 2-1 en San Mamés, para que con un 0-1 en La Rosaleda accediéramos a la final ganada al Castellón a las órdenes de Milorad Pavic. A partir de ahí, y con independencia del resultado (mayoritariamente negativo) de las subsiguientes finales, y dejando a un lado también alguna que otra semifinal perdida (sin ir más lejos, la de la edición pasada frente al Valencia), rememoramos con gozo la recurrente ilusión producida por ese penúltimo escollo superado: en 1977 (frente al Salamanca, que se llevó seis de Bilbao), 1984 (Real Madrid), 1985 (Betis); y ya en 2009 (Sevilla), 2012 (Mirandés), 2015 (Espanyol), 2020 (Granada) y 2021 (Levante).
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Por tanto, el balance en la capacidad histórica del Athletic de sacar adelante este último trance eliminatorio para arribar a finales de Copa es digno de resaltarse, otra cosa (ya decimos) es el de las finales disputadas, lo que dejaremos para (esperamos) próxima ocasión. Nos quedamos hoy con que el factor San Mamés acostumbra a ser determinante, como lo fue para dar cuenta de Barcelona y Real Madrid la campaña pasada. Su ascendencia está asegurada. Lo estará este martes de Pasión, en el que el santo que vivía entre leones deberá extender de nuevo su manto. ¡Viva San Mamés!, ¡Gora San Mamés!
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