Después de que el equipo haya vuelto a coger aire parece que los athleticzales miramos con más esperanza al futuro y a las renovaciones de ... nuestras hoy mejor ponderadas figuras. Y, cómo no, seguimos escrutando su anhelada adhesión a los colores. A propósito del tema, hace unos años, ante la marcha indeseada de algún futbolista, recuerdo escuchar a Andoni Goikoetxea lo siguiente: «El sentimiento Athletic de un jugador es directamente proporcional al volumen de su cláusula de rescisión». Tal cual. Se entendía y se entiende perfectamente. Cuanto más alta sea la cantidad que se acuerde haya de satisfacer el implicado y sus eventuales novias para forzar la salida, cuanto más difícil se ponga la ruptura unilateral del vínculo ante tentaciones propias por deseos ajenos, mejor se demuestra, con hechos y no con palabras, la firme voluntad de permanencia del jugador. La expresión de 'Goiko', leyenda del Athletic campeón de los ochenta, sigue teniendo total vigencia, nos vendan lo que nos pretendan vender unos y otros, lleven traje o camiseta.
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Anteriores directivas rojiblancas, con ocasión de la renovación de determinados pesos pesados de la plantilla, apostaron por contratos sin cláusula de rescisión alguna. Y nos lo presentaron como el summum del apego a la causa del renovado, y de eficacia en la posición negociadora del club. Nunca lo hemos visto así. La ausencia de precio concreto convenido no supone que el jugador no vaya a marcharse, o que vaya más difícilmente a hacerlo, si en un futuro así lo desea ante posibles terceras ofertas. Básicamente porque la no introducción de un pacto resarcitorio no impide que el futbolista pueda resolver anticipada y voluntariamente su contrato. Lo haría abonando una indemnización que, a las malas, habría de ser fijada por el Juzgado de lo Social competente, y no es en absoluto previsible que esta jurisdicción condene al deportista/trabajador al abono de cantidades elevadas a su club/empleadora, sino más bien lo contrario, por el carácter tuitivo y pro operario del derecho laboral al que se somete tal relación de servicios.
Los socios nos encontramos con la ausencia de información básica para poder calibrar la bondad de la operación
Con motivo de la renovación de Oihan Sancet, noticia positiva en sí misma por la indudable proyección del jugador navarro, no hemos conocido por boca del club de la existencia o no de cláusula de salida, y, de haberla, de su determinada cuantía. Con independencia de lo novedoso del formato elegido para el anuncio, sobre el terreno y de voz del propio jugador, con el año de expiración del contrato impreso en una camiseta, lo cierto es que los socios nos encontramos con la ausencia de información básica para poder calibrar la bondad de la operación. Daría la impresión de que se evitó darla con la performance. La renovación por un largo período de años es beneficiosa principalmente para el futbolista, que se asegura desde ya un prolongado (y jugoso) contrato, pero el desconocimiento tanto de las condiciones para una posible quiebra unidireccional de la relación, como de otros extremos sustanciales de ésta, nos impide concluir hoy si el negocio resulta realmente fecundo para el Athletic. Si al parecer no es 'gure estiloa' (como dijera un presidente) hacer pública la ficha y tampoco la concreción de la esperable objetivización de la remuneración en función del rendimiento, menos se comprende que no se comunique sin miramientos a la masa social propietaria del club si aumento de emolumentos y años y compromiso de vinculación van de la mano. El control de fidelidad que definía acertadamente 'Goiko'. O sea: el grosor y devenir de la cláusula de marras. Ello resultaría extensible a la (ojalá) próxima renovación de un Nico Williams al que el club y San Mamés han demostrado valorar.
A lo que vamos: el presidente Uriarte y su directiva deberían hacer gala de la prometida transparencia en la gestión y en la información, que, y esto es lo fundamental, es un derecho de socios y socias estatutariamente establecido.
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