Terminó el curso competitivo para el Athletic y llega el momento del balance y de las calificaciones. De valorar si el equipo ha cumplido con ... las expectativas, no ya de los athleticzales, sino las autoimpuestas por el propio examinando. Y no, no estamos en Europa, de nuevo sólo en su orilla, salvo rebote de despacho. La prueba no ha sido superada. No cabe ahora cambiar el discurso, las socorridas excusas, lo difícil de tal asignatura o que el profesor me tiene manía. Lo cierto es que la selectividad no ha sido tan difícil en esta ocasión, y ni así. El esfuerzo y la actitud no se discuten, pero son justificadas las dudas sobre la capacidad para superar el trance, sobre la real aptitud. He ahí la verdadera preocupación en este mes de calabazas.
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No es cuestión tampoco de dramatizar, y sí de situar el contexto de lo que se ventila, porque, con nuestra singularidad, no se trataba de salvar la categoría como otros, cosmopolitas ellos pero menos apañados aún. Íbamos a por nota, como nos exigen siempre en casa, desde el momento en que los estamentos del Athletic se conjuraron formalmente por una meta simple y clara: volver a viajar por el continente, y ahora de la mano del técnico que repetidamente lo consiguió en el pasado. Otra cosa es el realismo, incluso la oportunidad, de su anuncio, aunque lo de la «presión añadida» no lo compramos. Va de suyo. El presidente, el entrenador y el capitán apostaron en firme y han de asumir el fracaso. Con todas las letras. Y más cuando esta temporada la clasificación ha estado más asequible que nunca, y las oportunidades tan reiteradas como los gatillazos. El equipo no ha estado a la altura, irregular, con buenos y esperanzadores momentos, pero con un final paupérrimo, depresivo, que pone en solfa lo idóneo de los mimbres de este concreto cesto artesanal. Aparcando por hoy la patata caliente del estacional cuestionamiento de la filosofía, lo que no podemos soslayar, enfilando el estío con hastío, son algunas verdades del barquero.
«Quizá (Valverde) no sea culpable, pero sí corresponsable del fiasco»
La primera. Esta plantilla no da para más. No tiene la profundidad para consumar el reto europeo, para acceder y menos para eventualmente afrontarlo. Falta cantidad con calidad para culminar una temporada merecedora de premio, la dirija Marcelino, Valverde o Mister Pentland. Se han mostrado, una vez más, sus carencias, y se agradece la sinceridad de Dani García, a falta de otros ausentes portavoces del club que vean ese rey desnudo. La salida de Iñigo Martínez, convertida al final en triste vodevil, necesita de una urgente reposición, que puede venir de nuestra bestia rojilla de esta temporada.
La segunda. Con ser un entrenador histórico del Athletic, en el que muchos depositamos nuestras esperanzas para revivir éxitos no muy lejanos, Valverde no ha dado ni con el rock and roll ni con un do sostenido, sabedor como debía ser de los músicos con los que contaba al dirigir la banda rojiblanca. Quizá no sea culpable, pero sí corresponsable del fiasco, y lo que menos puede disculpársele son los arabescos argumentales y la ausencia de autocrítica de la verdadera. Porque no es consecuente, tras asumir un objetivo y no lograrlo, hablar de éxito simplemente por luchar por él. Haberlo dicho en agosto.
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«Esta plantilla no da para más. No tiene la profundidad para consumar el reto europeo»
Otra: lo del Bilbao Athletic. Su gobernanza ha sido pésima y las explicaciones (por llamarlas de alguna manera) infumables. Hasta el punto de devaluar una camada que es el plasma de este club, si no hoy sí pasado mañana. La cantera se ha sumido en un impás del que esperamos pueda recuperarse tras los despropósitos perpetrados.
Finalmente (dejando para otro día la gestión directiva, sólo por opaca criticable en su primer ejercicio), y aún con su dificultad, el Athletic necesita reforzar el primer equipo, sí o sí, seguro que (como casi siempre) a precios sobre el mercado, tirando de la menguante hucha o incluso de endeudamiento, lo que suele ser cíclico en este club cuando se enciende la luz roja. O ámbar, como ahora.
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Se trata de evitar que anide la frustración, que afecta también a lo económico, o la cosa se agrave, lo que no sería descartable, por inacción, el curso que viene. Éste, en junio, no ha sido superado, y lo peor es que el alumno no parece progresar adecuadamente
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