Osasuna es mi segundo equipo. Hay athleticzales, como los aficionados de otros muchos clubes, reticentes a eso de tener un segundo equipo. Creen que el ... fútbol es cuestión de monogamia. Yo pienso que se puede ser zurigorri hasta las cachas y reservar simpatías por otros clubes, por ejemplo por los que fueron de nuestros mayores. Es mi caso. Mi aita era castejonés, navarro y vasco. Siempre fue de Osasuna y del Athletic, de los dos, viviendo en la Ribera, en Pamplona, navegando por el mundo, y ya asentado en Bizkaia. Cuando trabajaba en la célebre La Concordia de Bilbao conoció a las figuras del Athletic del momento, a Telmo Zarra, a Panizo, a Bertol, que le daban entradas para San Mamés. Fue amigo de Serafín Areta, pamplonés que jugó ocho temporadas de rojiblanco. No había mayor orgullo para mi padre que hubiera navarros en el Athletic.
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Además de los hermanos Areta me hablaría después del bravo Daniel Astrain, de Pedro Zabalza (Zabalzica le llamaba), y de Miguel Sola, su favorito en el equipo campeón de los ochenta. Y siempre con un ojo en lo que hacía Osasuna, a las duras y a las maduras, estuviera en Primera, en Segunda o en el infierno de la Tercera División.
Los partidos entre Athletic y Osasuna siempre han sido de rivalidad, derbis casi siempre desiguales pero sin concesiones, encrespados en las últimas décadas cuando el club rojiblanco se llevaba una tras otra a las figuras rojillas emergentes (Ziganda, Larrainzar, Orbaiz, Tiko, Lacruz, Nagore, Javi Martínez), elección derivada de un convenio bilateral por el que, eso sí, dejaba una pasta gansa al club navarro que contribuyó a que éste saliera económicamente adelante en tiempos muy difíciles. Mi aita nunca entendió, no quería entender, que en el Viejo Reino no se admirara al Athletic, por su política deportiva de jugar con vascos y por su gloriosa historia, como hacía él, como muchos navarros todavía profesan. Y menos podía comprender que se le vituperara en su tierra. Yo se lo intentaba razonar, pero él no lo aceptaba, bajo la convicción de que para un jugador navarro de nivel su horizonte profesional estaba en San Mamés.
Eran, son, otros tiempos. Hoy Osasuna, después de tiempos convulsos, vidriosos, incluso al borde del precipicio, parece haber alcanzado la estabilidad en Primera, y mucho tiene que ver en ello la actual presidencia (de anteriores gerencias mejor no hablar), y, por supuesto, un gran técnico como es el ondarrutarra Jagoba Arrasate, que ha llevado a los rojos a posiciones ligueras destacadas, que no es poco en la actual competición, haciendo buen fútbol y dando la cara ante cualquier rival. Viene, sin ir más lejos, de tomar el Pizjuán y de superarnos en la clasificación. Son buenos tiempos para Osasuna, el único club de la élite que luce nombre en euskera, con un remodelado estadio de El Sadar que expresa sus adhesiones, a pesar de que algún iluminado haya pretendido coartarlas. Puertas al campo.
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La eliminatoria copera Osasuna-Athletic promete emociones fuertes. Ni los horarios nefastos impuestos por Rubiales y por una televisión pseudo-pública discotequera van a evitar que las gradas rebosen, que ardan bajo cero. Para los zurigorris, recién sufrido un varapalo liguero, un nuevo freno en sus aspiraciones europeas, el camino hacia Sevilla, hacia una nueva final de Copa, incluso al emirato de los tristes petrodólares, pasa, esta vez, por Iruñea. Por Pamplona se va al sur.
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